Pasos para organizar una Asamblea Popular
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Ya viene el circo

Por Giovanni Beluche V.

Hay que ponerse en primera fila para no perderse el espectáculo, llevado a escena cada cuatro años. Artistas de poca monta y mucha plata, empiezan a desfilar desde antes que suenen las trompetas que autorizan el acto. Acérquese, no se lo puede perder, es nuestro “reality show” de exportación. Durante meses los propagandistas del entretenimiento han hecho bulla y pegado banderas con la esperanza de que esta vez les toque alguna jugosa consultoría. Los más afortunados se llenan los bolsillos pasando insustanciales comerciales de radio y televisión.

Póngase de pie porque ya empieza a sonar la banda de músicos y coristas, que amenizan la demagogia a cambio de un puesto en algún ministerio. El anunciador, que se cree muy Sobrado, promete la pureza del proceso, como si los espectadores hubieran olvidado sus fraudes anteriores. Encabeza el desfile el domador de fieras, capaz de doblar brazos a diputados y alcaldes timoratos a punta de memorandos y latigazos.

Le sigue el payaso libertario, que viene recogiendo basura y tapando huecos en las aceras, con sus finas manos llenas de llagas por la dureza de la escoba que sólo agarra para parecer humilde. Tomado de su mano ultra derecha viene el hombre invisible, que aparece por los pueblos cada cuatro años y desaparece hasta la próxima campaña. No se equivoque, el otro hombre invisible salió huyendo para Europa y nunca volvió a aparecer.

Los corazones se agitan, el público aplaude porque tras las cortinas aparece la equilibrista desequilibrada, prometiendo que si le dan el voto ahora sí cumplirá lo que no hizo desde la vicepresidencia y el ministerio que ya antes ocupó. Para apoyarla le acompañan los malabaristas de la mentira, que pasan En Vela lanzando al aire artículos de opinión y editoriales incontestables, porque la libertad de expresión se compra con dólares en un edificio de Tibás.

No se descuide porque puede perderse al gigante, que mira desde arriba a los pobres para no contaminarse del mal gusto popular. Siguiendo sus pasos viene el hombre bala, que espera un cañonazo que lo envíe a forrarse de billetes en una embajada en país lejano. Montones de enanos colman el escenario, aunque no son pequeños de estatura sino cortos de ideas, la última vez fueron mil cabezas pensantes, por suerte, porque si hubieran sido dos mil acaban con el país.

En medio de la algarabía toma posición el cuenta cuentos, disparando desgastados discursos que repite cien veces porque así se convierten en verdades. Muy cerca mueven la cola los perritos falderos, al ver que aparece el jefe político del recinto donde les tocará fingir que cuidan la dignidad del sufragio. Grandes y chicos se asustan al escuchar los rugidos de los leones hambrientos de poder, gruñen para que alguien les llene el hocico con algún buen bocado.

En el magno desfile no podían faltar las marionetas de cuesta de moras, que de tanto agacharse tienen cholladas las rodillas. Sus hilos los mueven tras bastidores un equipo de titiriteros, compuesto por empresarios de ideología “made in Chicago” y algún que otro embajador del norte. Como en todo buen circo, no podía faltar el hazmerreír, hace series con un balón porque fue director técnico de fútbol y ahora da su adhesión a los intereses más mezquinos del evento.

La ovación es estruendosa porque el escenario ya está lleno, con gallitos de pelea de la raza PROCOMER, entrenados en una prestigiosa universidad de negocios; pulgas saltarinas que brincan de un partido político a otro; magos de Zapote, ilusionistas de la mentira; futurólogos con bolas de cristal que auguran un porvenir apocalíptico si no ponemos en venta al país; y, los campeones mundiales de comilonas, capaces de engullir finas viandas italianas en un abrir y cerrar de ojos.

En un rincón a lo lejos se observa a la mujer maravilla, la que se cambió al bando de la equilibrista por razones de género, o más bien por generosa oferta de los jefes de la tramoya. Habla con el director del circo y su hermano el lanza cuchillos, que practica el tiro al blanco contra la Defensoría y la Contraloría. Están satisfechos porque el negocio deja jugosas ganancias. Pronto darán la orden de que baje el telón, hay que guardar espectáculo para dentro de cuatro años. ¡El show debe continuar!

18 de marzo de 2009.

 

 

 

 

 

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