Triunfo de los pueblos amazónicos
Raúl Zibechi | La Jornada (Méx., D. F.) | Viernes 19 de junio de 2009
artículo
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TRAS DOS MESES de intensa movilización, los pueblos de la Amazonia
peruana lograron enfrentar exitosamente la represión de uno de los
gobiernos más derechistas de América Latina, cosecharon amplia simpatía
nacional e internacional y están haciendo retroceder los proyectos de
privatización del pulmón del planeta. Habrá un antes y un después del 9
de abril de 2009, día en que comenzaron los cortes de carreteras y las tomas de ductos que transportan gas y petróleo al exterior. Y habrá un antes
y un después del 5 de junio, cuando la firmeza de miles afrontó la
militarización y la masacre en la población de Bagua, cerca de la
frontera con Ecuador.
Luego de la matanza, el gobierno de Alan García comenzó a dar marcha
atrás con algunos de los decretos legislativos (DL) más polémicos.
Primero se suspendió la aplicación de los DL 1090 y 1064 durante 90
días por parte del Congreso dominado por el oficialista APRA y los
seguidores del procesado ex dictador Alberto Fujimori. El 1090, Ley
Forestal y de Fauna Silvestre, deja fuera del régimen forestal 45
millones de hectáreas, o sea, 64 por ciento de los bosques del Perú,
con lo que podrían ser vendidos a trasnacionales. Tampoco contempla que
la mayor parte de las comunidades no han titulado sus tierras. El DL
1064, Régimen Jurídico para el Aprovechamiento de las Tierras de Uso
Agrario, deja sin efecto el requisito de acuerdo previo de las
comunidades para emprender proyectos en la Amazonia.
Días después, ante la férrea decisión de los pueblos amazónicos de
seguir adelante con sus movilizaciones e intensificar las acciones, el
presidente del Consejo de Ministros, Yehude Simon, se comprometió a
derogar los dos decretos y anunció el levantamiento del estado de sitio
en Bagua. Fue más lejos: el lunes 15 durante un encuentro con
repesentantes indígenas en la provincia de Chanchamayo dio disculpas a
los pueblos amazónicos y aseguró que el gobierno no vetará a la
Asociación Interétnica para el Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP).
Pese a formar parte de un gobierno derechista, Simon es el paradigma
del guerrillero convertido en hombre de Estado. En los 80 fue activo
simpatizante del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), por lo
que fue preso durante el régimen de Fujimori. Ahora decidió poner sus
conocimientos sobre los movimientos sociales al servicio de las
trasnacionales que buscan apropiarse de los bienes comunes: agua,
biodiversidad, riquezas mineras, madereras e hidrocarburíferas. Pero
está chocando con los mismos actores que en la guerra interna
frustraron la expansión del MRTA y Sendero Luminoso hacia la selva, los
pueblos que defienden sus territorios.
El segundo gran éxito de los pueblos amazónicos lo sintetiza Hugo
Blanco en el editorial más reciente de Lucha Indígena: "Puede
ser que el mayor logro de estas jornadas sea visibilizar esas
nacionalidades, tejiendo lazos entre los diversos sectores del país,
tan divididos por quienes nos dominan. Al defender la Amazonia están
defendiendo la vida de toda la humanidad; y al no ceder ante los
engaños del gobierno, están rescribiendo la historia, recuperando para
todos el sentido de la palabra dignidad".
Las grandes marchas y los masivos paros registradas en todo el país el
11 de junio, incluyendo 30 mil manifestantes en Lima, la mayor
concentración desde los últimos días del régimen de Fujimori,
evidencian la solidaridad con los pueblos amazónicos y el aislamiento
del gobierno de García. Los pronunciamientos de decenas de organismos
internacionales, incluyendo algunos de Naciones Unidas, muestran que la
simpatía traspasó fronteras.
De nada valió el intento del presidente peruano por culpar a Bolivia y
Venezuela de instigar la protesta. No sólo acusó a los amazónicos de
"terroristas", sino que sostuvo que esos países quieren evitar que Perú
extraiga petróleo y sea competidor. Sus argumentos fueron pulverizados
por la contundencia de la movilización. Los pueblos amazónicos
consiguieron incluso que se instalara una mesa de diálogo sin frenar
sus acciones. Cuando comenzó a sesionar el Grupo Nacional de
Coordinación para el Desarrollo de los Pueblos Amazónicos, el 15 de
junio con presencia de la Iglesia católica, las comunidades y la
Defensoría del Pueblo, el gobierno sólo consiguió que los indígenas
ampliaran de dos a cuatro la apertura al tránsito de la carretera La
Merced-La Oroya-Lima.
La tercera enseñanza de esta movilización es que no importa la
cantidad, sino la potencia. Los pueblos amazónicos agrupados en
AIDESEP, son unas 300 mil personas pertenecientes a mil 350
comunidades, en un país que sobrepasa 28 millones de habitantes. Sin
embargo, la justeza de su causa y la sólida decisión comunitaria de
luchar hasta el final, haciendo de sus territorios trincheras y de
sus cuerpos escudos, consiguió frenar la máquina de guerra estatal y
granjearles simpatías en todo el país. Han mostrado que no luchan para
negociar, para obtener algún beneficio sectorial o alguna demanda
disfrazada de "derechos", sino para salvar la vida y evitar que la
naturaleza sea convertida en mercancía.
Mostraron que cuando se pelea por la sobrevivencia, por seguir siendo
pueblos, de nada valen los cálculos de costos y beneficios que han
llevado a la crisis ética y política de buena parte de las izquierdas
institucionales. Camino muy similar al que meses atrás caminaron los
nasas de Colombia al poner en marcha la Minga por la Vida, también para
evitar que el TLC con Estados Unidos los sepulte como pueblo al
convertir sus bosques en monocultivos para biocombustibles. Estas
luchas colocan en lugar destacado un necesario debate sobre el
desarrollo y los bienes comunes, que algunos gobiernos autoproclamados
progresistas, como el de Brasil, deberían tomar en cuenta si no quieren
ser los sepultureros de la Amazonia y de sus pueblos.
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