Hasta el momento no hay rastro alguno que explique el por qué Alfonso Chase Brenes, el mismo que encarnaba el espíritu rebelde e irreverente en aras de libertad y la constante lucha por sostener o crear utopías contra la “putirepública”, aquel que conocí como docente de algún curso de Estudios Generales de la UNA, terminó por cruzar la acera y dio su apoyo, el 5 de febrero, a Laura Chinchilla.

El silencio ante tal acontecimiento deja dudas abismales, especialmente sobre la posibilidad de constituir una oposición real a este régimen burgués que camina seguro de sí mismo en nuestras calles. Calles que, en palabras del señor Chase, nos pertenecen porque “la democracia no está viva solo en las urnas electorales sino también en la expresión activa de la voluntad popular, imponiendo el paso por calles y avenidas.”(La Prensa Libre, 3 abril 2006)

Vale preguntarse ¿Será que finalmente Alfonso Chase ha optado por jubilar a su radicalismo de factura libertaria y de izquierda para acudir sin empachos al pasacalle millonario que días antes reprendía con su habitual crítica lacerante?

Asusta, pero no sorprende, pues ya es lugar común que las utopías esbozadas por las generaciones pasadas de este país, aquéllas que veían venir la revolución a la vuelta de las esquina en los años 70’s del siglo pasado, reventaron estrepitosamente en sus propias narices. Mientras el estruendo de su derrota fue aplacado por cantos de sirenas provenientes de la patética burguesía nacional que gustosa incorporó en sus filas a los otrora revolucionarios de cafetín, hoy flamantes ministros, diputados o consultores.

Pero la indignación o tristeza, depende el enfoque, no debe llevarnos a la irracionalidad de quien se siente desamparado. "El hombre necesita sufrir.-dice Martí- Cuando no tiene pesares reales los crea. Los pesares lo purifican y lo preparan". Nuestro pesar es que el caso Chase no es hecho aislado, sino que se comprende en un paisaje fragmentado, endeble y desgastado tanto que no permite soñar otra vía para Costa Rica.

Sin embargo, es una oportunidad para pensar, para hacer crítica. Pues la crítica “es el ejercicio del criterio: destruye los ídolos falsos, pero conserva en todo su fulgor a los dioses verdaderos”. Los falsos dioses de la “intelligentsia postmarxista criolla”, engalanados de espuria justicia han de ser desenmascarados. Es necesaria la crítica profunda en esta hora donde se nos dice que no hay más futuro que el hilvanado por las cúpulas política y económica del país y legitimado por un circo electoral que todos temen cuestionar.

La crítica advierte las dimensiones, retos y enemigos de este tiempo histórico del cual somos todos protagonistas; las generaciones jóvenes están convocadas a esta nueva disputa, a atender este grito de lucha el cual reclama frescura, renovación y una ética más radical que nunca.

La cultura del fetiche, ha de darle paso a la cultura de la conciencia revolucionaria joven. Y no por joven cándida. Actitud que trasciende la disidencia estética y las consignas baladíes. Es hora de sacudir la Universidad adormilada, estremecer las calles tristes; que todo el mundo escuche una voz que levanta vuelo, vos joven y radical de la otra Costa Rica que desdeña el conformismo bastardo heredado por quienes se mofan de haber sido parte de la generación de 1968.

Porque ésta “¡Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz!” No hay futuro incierto, sino presente ignorado. Por tanto debemos asumir la realidad, recuperar el presente y decantar un futuro que no se entrega al mejor postor, ni salvaguardar a un Estado que ampara los sistemas de desigualdad, exclusión y opresión, mientras agrega ceros a las cuentas bancarias de los “representantes del pueblo.