LOS SÍNTOMAS DE LA PESTE AUTORITARIA EN COSTA RICA.
Por Rogelio Cedeño Castro
La escalada en contra el régimen de libertades públicas, base esencial de los
supuestos de las vivencias democráticas que el pueblo costarricense se ha
dado, desde hace muchas décadas, viene alcanzando un punto cada vez alto,
conforme se hacen más evidentes los designios del régimen autoritario de los
hermanos Arias, de imponer sus políticas, mediante la manipulación totalitaria
de la información, en especial aquella destinada a las grandes mayorías
populares, contando para ello con la complicidad de los propietarios de los
medios de comunicación más poderosos del país y, en caso de ser necesario,
mediante la violencia y el terrorismo de Estado, por muy lejanos y apartados
de la “tradición costarricense” que puedan parecernos.
El “show mediático” de esta semana, acerca de quienes serían los propulsores
de la violencia, que culminó en los contenidos de la edición del noticiero del
Canal 7, del día martes 13 de febrero, había comenzado a gestarse la noche
anterior cuando un grupo de manifestantes, entre ellos algunos dirigentes
sindicales, fue desalojado de las barras de la Asamblea Legislativa, por haber
cometido el “crimen” de colocar cartelones en los vidrios que separan al
público de los diputados. En ellos expresaban, sin ninguna clase de rodeos, su
malestar contra el presidente de la República y el grupo de diputados, empeñados en imponernos una tramitación acelerada del Tratado de Libre
Comercio con los Estados Unidos (e incluso de una reforma al reglamento de la
Asamblea que cambia las reglas del juego para la tramitación del propio TLC, a
mitad de camino), bloqueando toda discusión seria del tema y sin asumir la
responsabilidad de las graves consecuencias que su aprobación conlleva. Es
más, sus actuaciones se exceden de las atribuciones que la constitución y las
leyes les otorgan, dado el hecho de que dicho documento o protocolo jurídico
viene a trastrocar todo el ordenamiento constitucional en nuestro país. En
otras palabras, se nos pretende imponer –por la vía de una ilegítima e ilegal
modificación constitucional, implícita en los contenidos del TLC- una
constitución y un modelo económico neoliberales, contrariando así el espíritu,
de la Constitución de 1949, todavía vigente y que sólo el soberano puede
modificar, de una manera tan drástica, por la vía del sufragio universal.
Se trataba entonces de una legítima acción de protesta ante la consumación de
una abierta e ilegítima decisión, impuesta por el directorio legislativo que
priva al pueblo soberano, el único depositario de la soberanía de la nación,
de la posibilidad de conocer los alcances efectivos de una decisión tan grave,
al pretender forzar y acelerar la tramitación legislativa del TLC, ya que
discusión verdadera sobre este tema, por así decirlo, no ha habido, al mismo
tiempo que deja a ese pueblo soberano en estado de indefensión. Al día
siguiente el periodista Ignacio Santos, el arzobispo de San José y el
presidente de la República se unieron para expresar su “censura”, ante el
público televidente, acerca del “comportamiento” de lo que aquellos, a quienes
calificaron como “malcriados”, razón por la que no representan la manera de
conducirse, propia de los costarricense, en vez de censurar la conducta
autoritaria y represiva de unos gobernantes, cuya epidermis se ha tornado
sensible en exceso a la crítica. Por desgracia, en este país quien no actúa
como un siervo menguado e impide que lo atropellen se convierte en un “malcriado”, dentro de la visión que quieren imponernos los sectores
dominantes para que aceptemos sus atropellos. El lamentable y ya aludido “show
mediático” de Santos, Arias y el Monseñor de San José que pudo verse en la
edición del mediodía del noticiero Canal 7, del martes 13 de febrero, nos
recordó, no sin alarma, al universo totalitario de la novela “1984”, del
novelista inglés George Orwell, con sus “minutos del odio” que eran
transmitidos, todos los días, por la telepantalla para manipular los
sentimientos de una población que se hallaba totalmente indefensa, desde el
punto de vista cultural y política, poniéndola en un estado de exaltación que
la situaba en un estado de guerra permanente.
Es así como, el ya insignificante espacio reservado al público, interesado en
presenciar y de alguna manera tomar parte en las sesiones parlamentarias,
dentro en el edificio de la Asamblea Legislativa, se vio aun más menoscabado
por las acciones represivas del presidente de ese poder, Francisco Antonio
Pacheco. Con la prepotencia habitual que muestran algunos cortesanos
encaramados en las estructuras de poder ordenó quitar y romper los carteles
con que el público presente, dentro del reducido espacio que se le ha
destinado, desde hace ya muchas décadas, expresaba su malestar con la actitud
irresponsable del grupo de diputados que sin ningún tipo de análisis y
discusión verdadera pretende imponerle al pueblo costarricense la aprobación
del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos (TLC CAEU-RD) y una serie
de proyectos que implican la apertura a la “competencia” privada en el campo
de las telecomunicaciones y de los seguros, la aprobación de perniciosos
acuerdos en materia de propiedad intelectual y otros aspectos que afectarán,
de manera, a la institucionalidad costarricense.
Concluimos, por ahora, instando a nuestros compatriotas a reflexionar acerca
de por qué hemos venido afirmando que la democracia costarricense se encuentra
amenazada de muerte... No podemos quedarnos sentados pensando que en este país
no está ocurriendo nada y que se continúa jugando con las reglas democráticas,
salvedad hecha de sus más que evidentes limitaciones, establecidas a partir
del pacto social que permitió el modus operandi de nuestra democracia, durante
las décadas que siguieron al último conflicto armado de nuestra historia
contemporánea.
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