LOS SINIESTROS AMIGOS DE MICHELETTI
Por: Giovanni
Beluche V.
18 de julio de
2009.
Un golpe de
Estado como el que se dio en Honduras no ocurre sin una cobertura política y
militar de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos. Demasiado cerca
de sus fronteras, en lo que han dado en llamar su patio trasero, en
la Centroamérica del
TLC, no ocurre nada de tanta magnitud sin la bendición de las agencias de
seguridad yanquis. Nunca se conocerá a ciencia cierta que tanto estaba enterado
el presidente Obama, pero su falta de determinación para sanear de criminales a
dichos organismos y su aval para que el embajador Hugo Llorens (designado por
Bush para Honduras en julio de 2008) se mantuviera en el cargo, le hacen co
responsable de sus actuaciones.
Hugo Llorens, el Halcón
Llorens arribó a
Honduras el 12 de setiembre de 2008, en los estertores de la enferma
administración Bush. Diez días después de la llegada de este flamante
diplomático, ya el General Romeo Vásquez confesaba que había sectores
interesados en derrocar al presidente Zelaya. El “valiente” soldadito comentó
que las relaciones establecidas con Venezuela, Bolivia y Nicaragua habían
desatado el malestar de quienes se le habían acercado a proponerle el
derrocamiento del mandatario. El propio Llorens reconoció su participación en
reuniones en la que se analizó el golpe de Estado como medida para deshacerse
del presidente Zelaya.
Nada extraño
para un funcionario que durante su larga trayectoria convirtió a las sedes
diplomáticas de su país en gendarmerías de las fuerzas de seguridad
norteamericanas, bajo la trillada consigna de la lucha contra el terrorismo y
el crimen organizado. En 2002 Bush lo nombró como Director de Asuntos Andinos
del Consejo Nacional de Seguridad y principal asesor de asuntos relacionados
con Venezuela, bajo las órdenes del Subsecretario para Asuntos Hemisféricos, el
servidor de Los Halcones Otto Reich. Este último fue el encargado de proteger
al terrorista internacional confeso Posada Carriles, en su regreso a Estados
Unidos, después de que lo pescaron en Panamá con una enorme cantidad de
explosivos y un plan para atentar contra el Ex Presidente cubano Fidel Castro
en el Paraninfo de
la
Universidad de Panamá, repleto de estudiantes y profesores.
Posada Carriles ha dejado una estela de sangre y dolor en varios países
latinoamericanos (ver en Internet abundante información), llegando al cinismo
de reconocer su autoría del estallido de un avión cubano (1976) lleno de
deportistas y pasajeros civiles.
Curiosamente,
Llorens era el Asesor de Bush para Asuntos Andinos y de Venezuela cuando se da
el golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez (2002). Parece que a Otto
Reich y a Hugo Llorens les quedó la costumbre de hacer el trabajo sucio en
países cuyos gobiernos resultaban incómodos a la administración Bush. Por eso
lo envían de embajador a Honduras, para que se encargue de Zelaya. El golpe que
dan en junio de 2009 viene fraguándose desde, por lo menos, setiembre de 2008.
Una semana antes del golpe (22 de junio) un diario hondureño anunció que un
grupo de políticos (oligarcas), militares y el embajador Llorens se habían
reunido para ¿buscar? una salida a la crisis política que atravesaba el país. El
propio The New York Times reveló que Thomas Shanon (Secretario de Estado
Adjunto) y el embajador Llorens platicaron con los milicos hondureños y altos
dirigentes de la oposición acerca del derrocamiento de Zelaya. Lo
incomprensible es que Obama los mantenga en el cargo.
Billy Joya Améndola, el de las manos llenas de sangre
Billy Joya Améndola
(alias Dr. Arranzola), ministro
consejero del dictador Micheletti, es una verdadera “joya” de la guerra
sucia. De amplio recorrido por América Latina, se formó en el ejército de
Augusto Pinochet en Chile, con beca pagada por las Fuerzas Armadas de Honduras financiada
con los impuestos del pueblo que hoy está reprimiendo. En Argentina brindó
servicios bajo la disciplina del General Guillermo Suárez Masón, conocido como
el “carnicero del Olimpo”, por ser el jefe de uno de los centros de detención
más tenebrosos de la dictadura argentina.
En Honduras sus
pasos en el arte de la represión y la tortura datan de los ochenta, cuando
dirigió el Batallón de Inteligencia 3-36, que tuvo como encargo la desaparición
de opositores políticos. En su pedigrí destaca la formación de los escuadrones
de la muerte que azotaron a la hermana república centroamericana durante la
guerra sucia. Por sus crímenes el gobierno de España pidió su extradición en
varias ocasiones desde 1985, pero el poder
judicial hondureño siempre lo protegió. Vale decir que es el mismo poder
judicial corrupto que hoy interviene en el derrocamiento del presidente Zelaya.
En 1995 un juez hondureño, que se salió del canasto de sus superiores, ordenó
su detención y se fugó a
la
España que antes lo requería, donde gozó de “asilo” político.
Ahora vuelve a sus andanzas.
Oscar Andrés Rodríguez, el cura de la oligarquía
Entre los
cercanos amigos de la dictadura sobresale el clérigo Rodríguez. Su nefasto
papel justificando el golpe de Estado y su omisión de condena alguna para los
vejámenes de la dictadura, le han convertido en una nueva vergüenza para una
iglesia acostumbrada a compartir la mesa y la cama con los ricos. Además de una
vocación de servicio a los poderosos, en el caso del cardenal Oscar Rodríguez,
su conducta obedece a que desde diciembre de 2001 (administración de Carlos
Flores) a cambio de sus favores el gobierno de Honduras le paga un jugoso
sueldo de 100,000 lempiras (cien mil) al mes, equivalentes a USD 5,555
mensuales (cinco mil quinientos cincuenta y cinco dólares).
Los amigos de Micheletti, vuelven a sus andanzas
Con esta clase
de amistades y con la bendición de la iglesia católica y de los pastores
evangélicos (destaca Evelio Reyes, expulsado del Movimiento Amplio por
la Dignidad y
la Justicia por su apoyo al
gobierno de facto), la dictadura se siente fuerte y ha comenzado el asesinato
selectivo de dirigentes opositores. El sábado 11 de julio fue ultimado en su
propia casa en San Pedro Sula, el dirigente del Partido Unión Democrática Roger
Iván Bados González. Al día siguiente (domingo 12 de julio) fue acribillado
Ramón García, otro líder del mismo partido. A la oleada represiva se suma el
atentado perpetrado contra Fabio Ochoa, la golpiza que recibió la ex diputada
Angélica Benítez, la persecución contra el diputado César Ham, las amenazas de
muerte esgrimidas contra Coronado Ávila, Elsy Banegas, Wilfrido Paz, Eduardo
Flores y Manuel Montoya. La lista de perseguidos políticos es mucho más amplia,
todos opositores al régimen de facto.
Estos crímenes
no son casualidad y se enmarcan en la escalada represiva de la dictadura de
Micheletti, que han conculcado las libertades individuales y sociales del
pueblo hondureño y ha asesinado personas que marchaban pacíficamente en las
calles. Llama la atención el silencio cómplice y la tenue importancia que le
dan a estos hechos los grandes medios de información. El régimen reprime cada
día a un valiente pueblo, que no ha cesado de movilizarse para que se restaure
el orden constitucional, lo cual pasa por la restitución del presidente Zelaya
y el castigo para los criminales.
Peligro de guerra en Centroamérica
En su
desesperación el gobierno de Micheletti y su pandilla de locos sanguinarios son
capaces de crear un conflicto militar contra Nicaragua, que convoque a un
sentimiento “nacionalista” para justificar quedarse en el poder y distraer la
atención sobre el verdadero conflicto interno provocado por sus propias
actuaciones. Esta banda de criminales constituye una amenaza para la
estabilidad de una región con muy débiles estructuras democráticas.
Negociación o Constituyente
No hay salida
posible y duradera a la crisis hondureña, que no pase por el retorno
incondicional del presidente Zelaya y la restauración de plenas libertades
democráticas. Ningún presidente salido de un proceso electoral conducido por la
dictadura, incluida la ocurrencia de Oscar Arias de un gobierno compartido
entre Zelaya y los golpistas, contará con legitimidad, ni a lo interno ni a lo
externo de Honduras. Se impone el llamado a una Asamblea Nacional Constituyente
que transforme las oprobiosas condiciones de pobreza y exclusión al que la
oligarquía ha sometido a las grandes mayorías del pueblo hondureño, que incluya
la eliminación del ejército represivo que sólo sirve para cuidar los intereses
de los poderosos.
Los leguleyos y
Oscar Arias Sánchez se rajan las vestiduras hablando de negociación, pero no
hay salida para la crisis hondureña que no incluya juicio y castigo para los
criminales que usurpan el poder y que han derramado la sangre del pueblo
humilde. No puede repetirse la historia de los acuerdos de paz de inicios de
los noventas, que dejaron incólumes las causas de las guerras civiles: la
pobreza, la miseria, la enorme desigualdad en la que está sumergida
Centroamérica. Acallar las armas debe acompañarse de una amplia transformación
estructural, que garantice una justa distribución de la riqueza socialmente
producida. ¡No hay democracia con hambre!
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