Pasos para organizar una Asamblea Popular
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DE LO SINGULAR A LO DIVERSO: LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN LA ESCENA CONTEMPORÁNEA 1

                                            Rogelio Cedeño Castro2

Los elementos más visibles del ethos característico de la cultura prevaleciente en cada período histórico, acaban por imprimirle a los movimientos sociales, que coexisten dentro de una determinada dimensión espacio-temporal, un sello bastante particular3. Es decir que esto ocurre de forma reiterada, a pesar de la persistencia de algunos componentes culturales y estructurales, que se expresan como una tendencia secular que nos permite seguir su huella durante el transcurso de dilatados períodos, dentro de los cuales las acciones reivindicativas y las motivaciones de sus ejecutores presentaron diversos grados de simetría o de asimetría con ella, sin que por ello pueda negarse la influencia que ejercen los rasgos más sobresalientes de cada período sobre la naturaleza de los más diversos movimientos sociales.

Es debido al reconocimiento de las particularidades de cada época, que resulta importante destacar el hecho de que la que nos ha correspondido transitar a varias generaciones coexistentes, en este fin e inicio de un nuevo siglo, presenta una gran diversidad de expresiones que aparecen como una característica distintiva de los movimientos sociales de esta fase histórica, calificada por algunos como el despliegue de una modernidad tardía.

Se trata de la extendida y compleja coloración de los rasgos que caracterizan la exteriorización de un período durante el cual, a diferencia de lo ocurrido durante la fase anterior que se conoció como la “guerra fría”, las respuestas organizadas de toda una gran variedad de sectores de la población asumen además una complejidad creciente y se exteriorizan con una intensidad y frecuencia cada vez mayores.

EL DESMANTELAMIENTO DEL ESTADO DE BIENESTAR Y SUS CONSECUENCIAS.

La finalización de la guerra fría, con el autoproclamado triunfo del liberalismo postmoderno sobre el capitalismo de Estado soviético, acarreó asimismo una aceleración del desmantelamiento de una modalidad en la organización capitalista que estuvo caracterizada por una fuerte intervención estatal en la gestión económica y social. Todo esto vino a ser la culminación de un proceso destructivo que se había iniciado durante los años ochenta  en especial, a partir de lo ocurrido en la Gran Bretaña (1979) y en los Estados Unidos (1981), cuando se produjo un nuevo ascenso conservador, pero con ropaje liberal, durante los regímenes de Margaret Tatcher, en el caso de la primera y de Ronald Reagan, en el caso de los segundos.

Las instituciones y los programas sociales fueron el blanco favorito de los nuevos gobernantes empeñados, al parecer, en restaurar la primacía del mercado eliminando las distorsiones que afectan su “natural” funcionamiento.

El capitalismo autorregulado había nacido con las políticas rooseveltianas del new deal estadounidense, durante los años treinta y conoció su momento de auge durante los llamados “treinta gloriosos” años que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial. Se trató de la ejecución de una política económica y social caracterizada por una gran intervención del Estado, en procura de regular y reducir los efectos más negativos del ciclo económico que se pusieron de manifiesto en especial, a partir del Crack de la Bolsa de Nueva York, ocurrido octubre de 1929.

El inicio de la Gran Depresión se exteriorizó en la oleada de pánico financiero que se produjo en todo el mundo, de manera súbita, arruinando a miles de empresarios y llevando al desempleo y al hambre a millones de personas, lo que demandaba respuestas políticas audaces y creativas. Dichas acciones políticas se tradujeron en la creación de un Estado de bienestar social (welfare state) o Estado providencia, con el que sebuscaba asimismo contrarrestar además las graves consecuencias sociales de la prolongada recesión económica que se iniciaba y cuya duración, en algunos países, se extendió hasta los primeros años de la década del cuarenta.

LA RELACIÓN PARTIDO-MOVIMIENTO SOCIAL DURANTE LA GUERRA FRÍA.

El posterior inicio del desmantelamiento del Estado benefactor, acelerado por el fin de aquella guerra fría, tan caracterizada por sus alineamientos obsecuentes y sus visiones de la “realidad” en blanco y negro, constituyen la esencia de un giro histórico que terminó por trastrocar profundamente la naturaleza de los movimientos sociales contemporáneos.

En aquel mundo bipolar y previsible en gran medida, los movimientos sociales estaban condicionados por la influencia y el control que ejercían sobre ellos los partidos políticos, especialmente los de filiación comunista soviética, socialdemócrata o democristiana, quienes actuaban –en muchas oportunidades- como unas particularizadas expresiones hegemónicas de la sociedad política en el seno de las clases populares 4. En la gran mayoría de los casos las organizaciones populares eran brazos o “sectores de intervención” del partido político, el cual ejercía un fuerte control sobre ellas con fines muy diversos, los que no siempre respondían a los requerimientos y demandas de sus integrantes. De manera frecuente se posponían o mitigaban las luchas para alcanzar esas metas de carácter específico por la adhesión a otras de carácter más general, las cuales eran trazadas desde los órganos de dirección de los partidos políticos

Después de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, se acentuaron las tendencias hacia una gran diversificación de las reivindicaciones y propuestas programáticas de los movimientos sociales, muchos de los cuales adquieren un protagonismo y una beligerancia crecientes, en tanto que anteriormente –como hemos venido indicando- estaban opacados y posponían su beligerancia en aras de la defensa del “mundo libre” o de la “patria del proletariado”, representada por el entonces llamado campo socialista.

De esta manera, las motivaciones directas de una gran diversidad de actores sociales no estarán basadas, en lo sucesivo, únicamente en consideraciones de carácter ideológico, que como se indicó habían sido un elemento prevaleciente durante la etapa anterior. La especificidad y la profundidad de sus reivindicaciones pasó a ser -por así decirlo- la característica más sobresaliente de los nuevos movimientos sociales.

LOS APARATOS SINDICALES Y LA CULTURA ORGANIZACIONAL DE LA MODERNIDAD.

Los viejos aparatos sindicales, en tanto productos institucionalizados de las luchas obreras de los inicios de la revolución industrial europea constituyen la muestra más visible de la persistencia de la cultura política de la modernidad5, dentro de una forma bastante clásica de lo que han sido los movimientos sociales durante un período muy dilatado.

Estas organizaciones, por lo general institucionalizadas en sumo grado, son la expresión de una cultura de masas, producto de la atomización creciente de la vida cotidiana y de las formas que adopta la organización social en la escena moderna, en especial a partir de la disolución de los lazos comunitarios y la individuación creciente, como unos procesos que nunca concluyeron del todo en el despliegue de la vida social y política de ese período6.

Resulta bastante notable el hecho de que el activismo, que se exterioriza como uno de los polos de la cultura de masas, propia de la modernidad, se contrapesa con otros períodos de retraimiento o apatía de éstas, en lo que constituye un contrapunto dialéctico que debemos tener en cuenta si queremos captar los elementos más esenciales de la cultura organizacional prevaleciente en estas organizaciones sociales7

En síntesis se trata de una serie de elementos culturales, de naturaleza estructural que favorecieron el surgimiento de una cultura organizacional autoritaria en el seno de unas organizaciones sindicales, cada vez más institucionalizadas y proclives al control de una dirigencia burocratizada que había desarrollado intereses muy fuertes y con mucha frecuencia opuestos a los de las bases sindicales8.

Durante la guerra fría, como una fase tardía de la modernidad, los aparatos sindicales continuaron acentuando unas tendencias cada vez más conservadoras en sus cursos de acción, defendiendo sólo reivindicaciones de carácter sectorial y reforzando el statuquo imperante dentro de cada uno de los bloques de poder.

Fue muy notorio lo sucedido en los Estados Unidos, cuando la central sindical AFL-CIO apoyó –de una manera muy agresiva- la participación de su país en el conflicto armado del Sudeste Asiático9 y promovió, entre los medios obreros más tradicionales, una reacción -en ocasiones violenta- en contra los movimientos juveniles y pacifistas que se oponían a la guerra promovida por los Estados Unidos en  esa parte del mundo.

Dentro de las nuevas tendencias que presentan los movimientos sociales, los aparatos sindicales permanecen, en gran medida, estancados y expresando la supervivencia de algunas manifestaciones más propias del período de la Guerra Fría, como el autoritarismo y la incapacidad para formular demandas que vayan más allá de la reivindicación salarial o el contrato colectivo de trabajo, en el caso de que este exista.

Estos procesos han dado lugar a la enorme debilidad del sindicalismo contemporáneo, expresada en una numerosa pérdida de afiliados en todo el mundo y su lentitud para ofrecer respuestas a los desafíos de un mundo demasiado dinámico y cambiante. Un ejemplo de ello, lo constituye la débil e inconsistente respuesta de los aparatos sindicales para defender los fondos de los regímenes de jubilación de los trabajadores amenazados por  la voracidad y el saqueo, por parte del capital financiero y de algunos integrantes de la sociedad política, con los cuales la burocracia sindical mantiene vínculos importantes10.

Las deshumanizantes tendencias del capitalismo de la modernidad tardía hacia una creciente flexibilización laboral caracterizada por la pérdida de puestos de trabajo y la existencia de condiciones laborales, cada vez más deterioradas, apenas si han sido tenidas en cuenta por los viejos aparatos sindicales.

Lo anterior, sin embargo, no ha excluido la construcción de nuevas redes de solidaridad entre algunas corrientes renovadoras del movimiento sindical y las luchas de los excluidos socialmente. Es decir las de los inmigrantes, los desocupados, las mujeres y los niños en situaciones de un empleo precario y de sobreexplotación de la fuerza laboral.

LA RESONANCIA DE LAS LUCHAS GENERACIONALES: La rebelión de los jóvenes y los estudiantes frente al silencio de sus padres.

Los movimientos de los jóvenes con sus reivindicaciones generacionales y la larga lucha del movimiento de las mujeres, con los distintos matices del feminismo, siempre enfrentado a la dominación expresada en el patriarcado o las reivindicaciones de diferentes grupos étnicos o de algunas corrientes, al inicio minoritarias, -en especial de carácter religioso o ambientalista, entre otras- no irrumpen, por primera vez en la escena histórica, durante en el presente período, sino que han dejado su huella durante más de un siglo, con algunas épocas caracterizadas por una mayor o menor intensidad de sus  luchas.

La revolución estudiantil de 1968 con todo su empuje generacional ya había sido, en plena guerra fría, una emblemática expresión del rechazo de la juventud hacia los valores de una civilización consumista y depredadora de la naturaleza, cuyos únicos propósitos parecían resumirse en una versión, apenas un poco modificada, del viejo discurso del darwinismo social que terminó por ser plenamente asumido por la nueva derecha tatcherista y reaganiana que arribó al poder pocos años después11.

Las dramáticas experiencias vividas por la generación europea precedente, en especial durante el período de la Segunda Guerra Mundial, la llevaron a guardar un pesado silencio sobre aquellos acontecimientos12, el cual fue roto ruidosamente por la nueva generación de los años sesenta, tan asociada al notable fenómeno demográfico del baby boom13, que reclamaba un enfrentamiento y un ajuste de cuentas con el pasado reciente, lo cual era muy temido por sus mayores, especialmente si su conducta no había sido tan heroica y honesta como se pudo haber pensado en principio, muchos escogieron el camino del olvido, de tal manera que, como afirma Christian Delacampagne, refiriéndose al movimiento estudiantil de 1968 : « Insistiendo del todo sobre el aspecto « generacional » del levantamiento estudiantil (cuyos actores son, en la casi totalidad, nacidos en el curso de los años que han sucedido inmediatamente a la liberación), los historiadores no han señalado apenas, hasta ahora, la relación entre esta « explosión » y el tabú que pesaba, desde hacía un cuarto de siglo, sobre la shoah y sobre la colaboración. Me parece que esa relación existe.  Lo mismo que en la neurosis, una perturbación somática puede ser el síntoma de un rechazo mal asumido o mal vivido, las perturbaciones de 1968 constituyen (entre otras) el síntoma de una revuelta contra el silencio, con el cual la generación anterior –la que había vivido la guerra- envolvía éste, con el fin de no tener que responder, colectivamente, de su comportamiento frente al genocidio del cual ella había sido testigo. Lo mismo,  si era perfectamente abusivo, la principal consigna antirrepresiva coreada por los manifestantes « CRS –SS » indicaba bien, a su manera, que dentro del espíritu de los jóvenes, la continuidad entre el poder de De Gaulle y la Administración de Vichy no había sido rota, de manera una suficientemente neta, en 1945 »14.

Desde luego, en aquel movimiento estudiantil que tuvo resonancias planetarias – en especial, al extenderse también hacia el Este de Europa y desafiar a los regímenes neoestalinistas, como también hacia América Latina y el desarío al imperialismo de la superpotencia estadounidense, con su obsesión de gendarme planetario y sus políticas de contrainsurgencia- había mucho más que un problema generacional planteado -como ya se indicó- a partir del rechazo al silencio de sus padres por parte de la entonces « nueva » generación europea.

Entre otras muchas cosas, el movimiento de los jóvenes del 68, marcaba un rechazo a una academia obsoleta y prepotente, indicaba un nuevo programa cultural al darle –al menos en el discurso- un lugar a la imaginación y sobre todo, el repudio a la prepotencia de quienes estaban al frente de una sociedad opulenta, cuyos únicos valores continuaban siendo la guerra hobbesiana de todos contra todos.

LOS MOVIMIENTOS FEMINISTAS Y SU INCESANTE DESAFÍO AL PATRIARCADO.

Las demandas y reivindicaciones de las mujeres habían continuado abriéndose paso en una escena política y cultural en la que los discursos de la nación, el imperio, la clase social o la iglesia las obligaban a posponer o a expresar, lo más discretamente posible, sus reivindicaciones más sentidas.

Sin embargo, desde que Simone de Beauvoir publicó su obra capital, El Segundo Sexo, en 194915 se produjo una evolución lenta pero sostenida, como resultado de la cual se produjo un notable retroceso de la hegemonía secular del patriarcado, la cual se hizo mucho más evidente en los años más recientes.

La obra tocó de tal manera los fundamentos del patriarcado, dando una gran resonancia a muchas reivindicaciones y preocupaciones de las mujeres, que produjo también una poderosa reacción en su contra, proveniente  de los más diversos sectores políticos y sociales de la Europa de entonces, de tal manera que se encontraron coincidiendo en la condena y rechazo el rechazo a los contenidos más fuertes de sus afirmaciones, tanto sectores de la derecha católica y conservadora, como de la izquierda militante más tradicional.

Lo que sucedió, afirma la historiadora francesa Sylvie Chaperon “Es que Simone de Beauvoir arruinó seriamente algunos de los consensos sagrados de su tiempo. Desde los años treinta, una política familiar y maternalista de una amplitud jamás igualada se construye pacientemente en Francia. Los subsidios familiares, el subsidio al salario único, los préstamos al matrimonio, el cociente familiar y una miríada de otras acciones tendientes a enderezar una natalidad desde hacía mucho tiempo en descenso. El baby boom, excepcionalmente vigoroso, no calma todos los temores y refuerza aun más el ideal de la madre en el hogar, educadora nata de una familia que se espera que sea numerosa. Desde la izquierda comunista hasta la derecha el natalismo se muestra dominante, sin impugnación alguna, desde que los neomaltusianos, duramente censurados, han desaparecido de la escena pública. He aquí como Simone de Beauvoir hace añicos toda esta bella mitología de la maternidad y comienza su capítulo “La madre” con un alegato de quince páginas a favor del libre aborto, niega toda existencia al instinto maternal y concluye por desvalorizar brutalmente la función maternal que, según ella, aliena a las mujeres”16.

Ese era el panorama hacia finales de los años cuarenta, cuando resultaba bastante difícil para el movimiento feminista de la época, que luchaba aún  -en muchos países- por el derecho al voto y por la posibilidad de una maternidad libremente consentida, poder romper con una serie de determinismos sociales que se remontaban, en muchos aspectos, a la época y a las formulaciones del Código Napoleónico, un instrumento legal que colocaba a la mujer en la situación de una menor de edad y por lo tanto subordinada a su marido, tanto en lo referente a la crianza de los hijos  como también en la administración de sus bienes y otros aspectos de la vida civil.

LAS ADVERTENCIAS DEL CLUB DE ROMA Y LA LUCHA DE LOS MOVIMIENTOS AMBIENTALISTAS.

Hacia finales de los años sesenta se comenzó a cobrar, a escala planetaria, una conciencia creciente acerca de la gravedad de los problemas ambientales. Por su parte, un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachussets lanzaron, en 1972, bajo la denominación de Informe Meadows17 , una seria advertencia acerca de las consecuencias del crecimiento económico, del empleo incontrolado del avance científico y tecnológico, como también  de otros elementos de la civilización industrial contemporánea sobre la naturaleza, que continúan sin ser tomados en cuenta, a pesar de las serias amenazas que representan.

Durante las décadas de los setenta y ochenta continuaron perfilándose las distintas expresiones del movimiento ambientalista, el que ha venido manteniendo una gran continuidad y una presencia, cada vez más activa,   dentro de la escena contemporánea. Una serie de organizaciones, tales como Green Peace, con sus constantes denuncias, lo mismo que su enérgico y valiente activismo han tenido una gran resonancia y un efecto de difusión, dentro de una escala planetaria.

La presencia de sus activistas para protestar contra las pruebas nucleares francesas en los atolones de la Polinesia o contra el transporte de desechos radioactivos, tanto en Alemania, como en varios países de América Latina, constituyen una demostración de la creciente importancia adquirida por las corrientes ambientalistas.

El movimiento ambientalista ha experimentado, sin embargo, una rápida institucionalización con el surgimiento de los partidos verdes, unas organizaciones que la sociedad política tradicional ha demostrado una gran capacidad para absorber.

En los casos de Alemania y Francia todo ha resultado muy notorio, al pasar los respectivos partidos verdes a formar parte de unos gobiernos de coalición de las izquierdas, como el del canciller socialdemócrata alemán Gerhard Schröder y el del primer ministro “socialista” francés Leonel Jospin18, cuyas prioridades no siempre han sido la protección del medio ambiente o el uso de prácticas industriales que no lo dañen.

En muchos países latinoamericanos el movimiento ambientalista ha adquirido una importancia creciente, de tal manera que una serie de organizaciones ambientalistas, ubicadas dentro la “sociedad civil” popular, en lucha contra los intereses de algunas empresas transnacionales enquistados en el Estado y en los partidos políticos, han dado luchas exitosas contra la exploración petrolera y la minería a cielo abierto, como sucedió recientemente en Costa Rica19.

Las amenazas planteadas por la manipulación de los organismos genéticamente modificables (OGM), entre ellas la agricultura transgénica con sus semillas estériles y otras están siendo enfrentadas, en una escala planetaria, por diversas organizaciones ambientalistas o por agricultores organizados, como los de la Confederación Campesina de Francia, encabezada por el agricultor José Bové, quien alcanzó especial notoriedad, pocos años atrás, por haber destruido una venta de comida chatarra de la MacDonald, en una localidad francesa20.

La negativa de los Estados Unidos de ratificar el Protocolo de Kyoto, para detener el uso de contaminantes en la actividad industrial, la que ocasiona graves daños en la capa de ozono, constituye el centro de una aguda controversia internacional y seguirá formando parte de la agenda de los movimientos ambientalistas.

LAS GRANDES TRANSFORMACIONES EN EL CAMPO RELIGIOSO.

El campo religioso, en donde  lo simbólico resulta tan esencial para garantizar la continuidad del orden social, nos encontramos con que los componentes simbólicos surgen como el elemento decisivo de su continua configuración y reconfiguración. Es decir, se trata de un ámbito que no ha sido la excepción en un escenario de luchas sociales y políticas tan prolongadas que caracterizó al siglo recién concluido, afectando también a las organizaciones y movimientos, con frecuencia espontáneos que se fundan en la tradición religiosa.

En la medida en que la exteriorización del conflicto social, político y cultural propio del mundo de la guerra fría adoptaba la forma de un enfrentamiento ideológico de gran magnitud, las distintas denominaciones religiosas fueron alcanzadas, en diversos grados, por este hecho, viéndose obligadas a asumir posiciones que implicaban de hecho una escogencia entre continuar, por un lado, con su tradicional misión de reforzamiento del statu quo  o, por el contrario, asumir posturas de carácter revolucionario o reformador, más en consonancia con los requerimientos de una gran variedad de actores sociales.

En el caso de la Iglesia Católica Romana y de algunas denominaciones protestantes se presentó además, la necesidad de un aggiornamento o puesta al día que las colocara en una postura mucho más acorde con los requerimientos de la modernidad. Un buen intento para el logro de esos propósitos fue la realización de los debates y posteriores acciones emanadas  del  Concilio Vaticano II, iniciado en 1963 y que a diferencia del primero, realizado casi un siglo atrás (1870), fue un buen esfuerzo por responder a las demandas de una población que rebasaba con creces las fronteras simbólicas de la propia Iglesia Católica Romana.

La Teología de la Liberación, como parte de los aires de renovación que vivió el mundo católico de los años sesenta, fue en esencia una expresión religiosa y político-cultural bastante adecuada a los requerimientos de una modernidad como la existente en el mundo bipolar de ese período, ya que constituía un llamado para incorporar a las grandes mayorías populares a los beneficios de aquella, habiendo sido la base para la emergencia de una gran variedad de nuevos movimientos sociales.

Sin embargo, sucedió que mientras el llamado de la Teología de la Liberación hacia la solidaridad y la lucha al lado de los oprimidos y desheredados de la fortuna encontró un eco limitado entre las capas populares, con algunas notables excepciones, una serie de nuevas manifestaciones de lo religioso van a ocurrir, durante la fase final de la guerra fría: Tal fue el caso del fenómeno del pentecostalismo, al cual se le asocia inicialmente con los propósitos de la teología conservadora estadounidense y de los intereses de esa superpotencia, puestos de manifiesto en el Informe Rockefeller de 1969 y en el Documento de Santa Fe que fue la plataforma ideológica de la Administración del presidente Ronald Reagan, durante los años ochenta21. Sin embargo, con respecto a la discusión acerca del fenómeno mismo del pentecostalismo, como un hecho religioso que expresa una búsqueda de emociones entre los sectores populares, las cuales ya no encuentran cobijo dentro de las iglesias y denominaciones de más antigua tradición, cabe afirmar que es un debate que está muy lejos de concluir tanto en los medios teológicos como entre los estudiosos de la sociología de la religión. Es decir el siempre polémico análisis de la búsqueda de la emoción en un mundo carente de emoción, una situación que no es ajena al ámbito religioso afirma el politólogo André Corten22.

La gran cantidad de iglesias y denominaciones pentecostalistas o neopentecostalistas que han surgido en toda la región constituye una expresión de la profundidad y complejidad de los movimientos sociales contemporáneos, algunos de cuyos rasgos más notables resulta obligado tener en consideración, pues han ejercido una poderosa influencia en todos los órdenes de la vida social

LAS GUERRAS CALIENTES DEL COLONIALISMO EUROPEO Y ESTADOUNIDENSE.

La incidencia de los factores regionales o geográficos sobre la naturaleza de los movimientos y fuerza sociales nunca fue tenida en cuenta, de una manera significativa, desde la visión que mantenían los bloques monolíticos existentes durante la guerra fría. No obstante, fueron siempre un elemento esencial para comprender la dinámica de las guerras coloniales desatadas al concluir la Segunda Guerra Mundial y que, en realidad, no eran sino una variante regional o continental de aquel conflicto bélico, al parecer siempre sostenido en estado latente, lo cual resultó ser la expresión de una forma bastante falaz y reduccionista de razonar acerca de los numerosos conflictos bélicos que se produjeron en Asia, África y América Latina durante ese período.

La visión distorsionada del mundo que continuaron manejando las viejas potencias coloniales, tal y como sucedió en el caso de Francia y los Estados Unidos en el Sudeste Asiático y de la Gran Bretaña, durante buena parte de los años cincuenta, especialmente en el África Oriental23, les impidió captar las dinámicas propias de la lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo que estaban librando numerosos pueblos, a los que se ubicó bajo la denominación un tanto ambigua de Tercer Mundo.   

La lucha contra la dominación colonial  y la emergencia de un gran número de nuevas naciones, especialmente en los continentes asiático y africano, trajo  también una acentuación de los seculares conflictos existentes entre el estado-nación contemporáneo y los innumerables pueblos-nación que continúan viviendo al interior de sus fronteras o incluso desplazándose, de manera frecuente, a través de ellas, sin ser absorbidos del todo por la fuerza de las determinaciones políticas y culturales de la macroetnia dominante en cada estado-nación, lo que continúa siendo una amenaza siempre presente.

EL ESTADO NACIONAL CONTRA LA DIVERSIDAD ÉTNICA Y CULTURAL.

Los límites de las extensiones o amplitudes de las simbolizaciones, propias de los estados nacionales de la época contemporánea se mantuvieron, sin embargo, bastante circunscritos durante los momentos más dramáticos del conflicto Este-Oeste.

La idea o más bien, el hecho de la supuesta fortaleza del estado nacional que debía suponer una serie de condiciones, consideradas entonces indispensables, como las de poseer una determinada extensión territorial y una  población que garantizaran su viabilidad24 continuó siendo la fuerza dominante  durante un largo período.

De todo esto se infiere que las expresiones lingüísticas regionales y otros elementos culturales propios de las minorías étnicas debían permanecer sumergidos o subordinados a la necesidad de fortalecer las expresiones simbólicas de los estados-nación contemporáneos, un hecho que se acentuó con las confrontaciones ideológicas de la guerra fría.

En el universo de la minuciosidad esférica y ordenada, propio de aquella época, la gran diversidad de los seres humanos pareció estar opacada por aquel prolongado conflicto entre dos gigantescos bloques de naciones, los cuales estaban encabezados por dos superpotencias. La visión eminentemente racionalista e ilustrada de quienes estaban en la cúspide del poder y ejercían una gran influencia en el campo cultural hacía que una serie de expresiones y conflictos, de suyo muy antiguos, quedaran opacados en gran medida.

Las conquistas de la revolución proletaria o la defensa monolítica de la civilización occidental dejaban muy poco espacio para que se expresaran una serie de manifestaciones sociales, cuyos alcances se ubicaban tanto en la dimensión macro como en la del microcosmos social.

Aquel pequeño mundo de las expresiones culturales, estaba delineado por la existencia de una gran diversidad étnica, lingüística y en esencia simbólica que parecían destinadas a permanecer en la sombra, ocupando un segundo o tercer plano de la escena mientras se cumplía la gran obra civilizadora del occidente capitalista y de su variante soviética, también modernizante y ejecutora del cumplimiento de las profecías del progreso científico y técnico, encargadas –supuestamente- de conducir a la humanidad hacia un mundo cada vez mejor.

El conflicto entre la etnonación cultural y la etnonación política o estado nacional no es sino una variante de la polaridad entre pueblos-nación y estados-nación, la cual adopta las características de un movimiento social de resistencia, que, en algunas ocasiones, puede llegar hasta el conflicto armado, tal y como ha ocurrido en el País Vasco Español, en la región de los Balcanes, en los estados nacionales de Turquía e Irak habitados por millones de kurdos y así a lo largo y ancho del planeta.

A diferencia de lo ocurrido durante el período de la guerra fría ahora, en el marco de esta postmodernidad neoliberal, tiende a ponerse de manifiesto un debilitamiento de los estados-nacionales frente a los intereses del capital financiero y de unas cuantas empresas transnacionales. Además, como una paradoja, tenemos que mientras desde los grandes centros del poder financiero y político internacional, ha partido la ejecución de una gigantesca empresa de homogenización política, social y cultural, por el lado contrario y a manera de contrapartida, en la escena contemporánea toma fuerza creciente una constelación de entonaciones culturales, como una expresión de todos los particularismos aplastados hasta ahora desde la lógica del estado-nación contemporáneo.

 LA ESPECIFICIDAD DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES DE LA POSTGUERRA FRÍA.

Mientras que algunos de los movimientos sociales, presentes en la escena contemporánea, actúan en procura de materializar reivindicaciones de carácter revolucionario o reformador, otros por el contrario buscan retener algunos elementos de un orden social que consideran justo y favorable para mejorar o mantener sus condiciones de vida presentes, tal y como sucedió en otras etapas de la historia25.

Las acciones emprendidas por el vasto y heterogéneo movimiento en contra de las políticas sociales y económicas que ha traído consigo de la globalización o mundialización neoliberal tienen la connotación de defender muchos de los elementos de un modelo económico y social anterior.

Los rasgos de una gran deshumanización  presentes en el actual modelo social y económico, defendido por una vasta gama de tecnócratas en todo el mundo y particularmente en algunos organismos financieros internacionales han suscitado una oleada de repudio, a escala planetaria26 que tiene la característica de ser, al mismo tiempo, la expresión de una instancia de movilización social unitaria en el alto más grado y al mismo tiempo, el punto de reunión de la más inimaginable diversidad de fuerzas y grupos sociales políticos que continúan reafirmando, al mismo tiempo, sus particularidades.

El movimiento en contra de la mundialización liberal tuvo un detonante de hondas resonancias planetarias, en la revuelta de Seattle lanzada para oponerse a la segunda cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC), cuya inauguración estaba prevista para el día 30 de noviembre de 1999, en esa ciudad estadounidense y cuyos organizadores se encontraron con “El boicot a la inauguración de la cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC), protagonizado por 50 mil manifestantes, no es la última protesta de los olvidados de la tierra, sino el gran estreno en “sociedad” de la resistencia mundial a un modelo de globalización a cargo de coaliciones transnacionales. Ecologistas, granjeros del Primer Mundo, sindicalistas, homosexuales, ONG  de promoción del desarrollo, feministas, punks, activistas de derechos humanos, representantes de pueblos indígenas, jóvenes y no tan jóvenes, provenientes de Estados Unidos, Canadá, Europa, América Latina, África y Asia, emprendieron una protesta pacífica en contra de la nueva Babilonia”27.

Durante los años inmediatamente posteriores a los acontecimientos de Seattle, este amplio y multiforme movimiento se ha extendido a una escala y dentro una coordinación planetaria sin precedentes. Esto ha ocurrido, de una manera tal, que cada vez que se produce un evento o conferencia organizados por la OMC, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional se producen gigantescas manifestaciones de repudio a la mundialización liberal, las cuales responden a las orientaciones de un movimiento cada vez extendido y que responde a las características ya descritas28.

Los movimientos sociales de la posguerra fría tienden así a aglutinar grandes coaliciones de fuerzas y sectores sociales que actúan, de manera directa, en defensa de sus intereses inmediatos pero que son capaces, a diferencia de lo ocurrido en la etapa anterior, de unirse en procura de alcanzar una serie de metas comunes, que resultaban inverosímiles para los alineamientos y bloques de fuerzas actuantes en el aquel mundo polarizado, dentro del cual se enfrentaban dos proyectos civilizatorios que –en el largo plazo- no resultaron ser tan antagónicos como se creía, especialmente en lo que se refiere a las relaciones y el tratamiento dado a la naturaleza29.Sin duda estamos ante la presencia de algunos de los rasgos específicos más importantes de los movimientos sociales de una época, que apenas nos ha mostrado algunas de sus potencialidades

LAS INCIERTAS FRONTERAS DE UNA SOCIEDAD CIVIL QUE TAMBIÉN LO ES.

Mientras amplios sectores de la población, adheridos a los nuevos movimientos de protesta contra los efectos más revulsivos de la mundialización liberal o, asimismo, enfrentados a las políticas opresivas de los estados nacionales se reconocen como parte de un nuevo tipo de “sociedad civil”, quienes detentan el poder político y económico pretenden ser su única expresión posible. Ambas percepciones dificultan la comprensión de una categoría sociológica que puede ser muy útil para describir e interpretar la esencia y la especificidad de los movimientos sociales en una escena tan cambiante, como la que se presenta en este cambio de siglo. La ambigüedad y el uso arbitrario de una noción como ésta contribuyen, más bien, en principio, a introducir una gran dosis de confusión.

En el primer caso, la nueva “sociedad civil” se expresa en la existencia de una amplia red de organizaciones populares que se sitúan al margen o incluso contra la partidocracia (o régimen de partidos políticos). En el caso de las clases o sectores dominantes estos continúan asumiéndose  como la continuidad de una de las expresiones más emblemáticas de la sociedad política que se incubó desde los albores de la revolución burguesa, ocurrida dos siglos atrás.

A diferencia de la “sociedad civil” del siglo de las luces, a la que Hegel entendía literalmente como la sociedad burguesa de las postrimerías del Antiguo Régimen30, son ahora otros sectores sociales, en franca rebelión contra los efectos de la dominación ejercida por esa clase social, los que reivindican un nuevo tipo de sociedad civil popular opuesta a una sociedad política que responde a los intereses de aquella.

Por otra parte, el uso abusivo del término con connotaciones de carácter jurídico, forma parte de las pretensiones de institucionalizar la « sociedad civil » burguesa, dentro de los cánones de la modernidad tardía. Esto quiere decir que se intenta repetir lo ocurrido con aquella otra « sociedad civil » erigida, durante el siglo de las luces, como la expresión de los intereses de una burguesía, siempre en lucha contra los privilegios de que disfrutaban, durante el ancien régime, la nobleza y el alto clero.

Estas pretensiones constituyen la expresión de un error muy frecuente que se han acostumbrado a cometer los integrantes de una sociedad política contemporánea, cuya pretendida ilustración ha resultado ser más escuálida de lo que pretenden algunos de sus voceros más connotados. Lo anterior tiene connotaciones muy graves, sobre todo cuando se incurre en la confusión de una categoría sociológica como ésta, con determinaciones de tipo jurídico o institucional, olvidando que solamente en esa condición es que retiene su valor explicativo para dar cuenta de la realidad social, la cual corre el riesgo de ser convertida en una mera caricatura31.

A manera de ejemplo, podemos mencionar el hecho de que durante el golpe de Estado fracasado que se produjo en Venezuela, entre el 11 y el 14 de abril, recién pasados32, ambos bandos alegaron contar con el apoyo y actuar en nombre de una « sociedad civil » que ellos definen desde sus percepciones sociales y su conveniencia.

Los opositores al presidente Hugo Chávez, provenientes de las clases más adineradas y que no cesan en su idea de « cambiar » las cosas rompiendo el orden constitucional, continúan entendiendo el término en el sentido más clásico, mientras que los  Círculos Bolivarianos, próximos al presidente Chávez y su Movimiento de la V República, se asumen como una representación de una « sociedad popular », como fuente de su legitimación. Resulta innegable que a la ambigüedad misma del término y sus equívocos, se unen las percepciones e intereses propios de los diferentes actores sociales.

UNA REFLEXION OBLIGADA.

Este intento de caracterizar la naturaleza de los cambios experimentados por los movimientos sociales contemporáneos, especialmente durante las últimas décadas y, en particular, a partir del establecimiento de cuáles son los elementos contrastantes que pueden visibilizarse entre los rasgos prevalecientes durante el período de la Guerra Fría y los que son característicos de la última década, no es sino el antecedente necesario, de una reflexión más detenida acerca de la naturaleza y el despliegue de los más recientes movimientos sociales, tanto en nuestro país como en el resto de la región.

Hemos acudido a una reflexión, de naturaleza más bien teórica, como asimismo a la consideración de ciertos hechos y rasgos relevantes de algunos de los principales movimientos sociales, en especial aquellos que han tenido una presencia relevante, en la escena contemporánea, como son los de las mujeres; los jóvenes; los ambientalistas; los que expresan la resistencia al etnocidio, por parte de sus víctimas; como, asimismo, los multiformes y complejos movimientos y expresiones sociales más diversas, originados a partir de las transformaciones que se han venido produciendo en el conjunto de la sociedad y que han tenido profundas repercusiones en el campo religioso.

La descolonización y los conflictos experimentados, al interior de los estados naciones contemporáneos, en constante definición y redefinición, un hecho que también ha tenido una incidencia importante, en las formas que asumen los movimientos sociales, especialmente durante la última década.

Creemos que, en el caso de Costa Rica, para poder entender mejor la importancia y la incidencia de los movimientos sociales, durante el período histórico más reciente, resulta indispensable llevar a cabo un cuidadoso y detenido análisis de las más importantes expresiones de descontento generalizado, tales como la representada por la huelga magisterial de julio-agosto de 1995, en defensa del régimen de pensiones de los trabajadores de la educación, un evento que, por su duración y su profundidad, propias de un movimiento de alcance nacional, lo que también fue un rasgo característico del gigantesco movimiento cívico-popular, en contra del Combo Energético del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), acaecido en  marzo-abril de 2000. Ambos movimientos marcaron  el inicio de profundas transformaciones en la escena histórica contemporánea de Costa Rica: Todo ello, por una parte, por representar, en lo que refiere a las elites políticas del país, una ruptura del pacto social que, durante casi medio siglo, había garantizado la existencia de una gran estabilidad social y política y, por el otro, dado el hecho de una decidida respuesta de grandes sectores populares que continúan valorando la importancia del pacto social anterior, al mismo tiempo que rechazan la implantación de un modelo, social y político, como el impulsado por los neoliberales, que entraña la instauración, en el país, de inmensas desigualdades sociales y económicas.

Es por todos estos elementos que la confrontación y el conflicto político-social se han venido escalando, en la Costa Rica de los últimos diez años, alrededor de la defensa de la seguridad social y de las instituciones públicas más importantes. Resulta innegable que el país ha dejado de ser el mismo, en especial por las deslegitimación creciente de las elites políticas y la necesaria reconfiguración de los movimientos sociales, hasta entonces existentes; como asimismo, por la emergencia de otros nuevos, basados en reivindicaciones específicas y sectoriales.


 

1. Este ensayo forma parte de los productos del proyecto de investigación de Análisis de coyuntura a la sociedad costarricense actual de la Escuela de Sociología de la UNA, a cargo de los profesores Manuel Argüello, Carlos Carranza y Rogelio Cedeño. Las opiniones emitidas son de la exclusiva responsabilidad del autor.

2. Docente e investigador de la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA). Licenciado en Sociología y Magister en Estudios de Cultura Centroamericana, con una Mención en Religión y Sociedad en Centroamérica.

3. “Como han señalado los historiadores de los movimientos sociales, existe una cierta continuidad a lo largo del tiempo, pero cada época impregna a sus manifestaciones de un carácter peculiar. Distintos momentos históricos dejan improntas diversas sobre la forma de exteriorizar y conducir las protestas” (Ibarra y Tejerina,  1998 :9).

4. Afirman algunos autores que los nuevos movimientos sociales expresan un “rechazo de las formas tradicionales de la movilización política y en particular las que perpetúan la tradición de los partidos de tipo soviético, estos movimientos tienen tendencia a rechazar toda clase de monopolización por minorías, favoreciendo la participación directa de todos los interesados. En ese sentido se encuentran en línea con la tradición libertaria, siendo propicios a formas de organización de inspiración autogestionaria caracterizadas por la fluidez del aparato que permite a los agentes reapropiarse de su papel de sujetos efectivos en contra, especialmente, de los partidos a los cuales niegan el monopolio de la intervención política”(Bourdieu, 2001 :2).

5. “Los movimientos sociales son productores de modernidad y al mismo tiempo producto de la misma. Los movimientos sociales extienden la cultura política moderna en cuanto imponen el protagonismo del sujeto, la voluntad política –“civil”- de los ciudadanos a la hora de decidir voluntariamente por qué, cómo y cuándo han de organizarse para defender sus intereses colectivos... y en su caso transformar la sociedad y el mismo poder político” ( Ibarra y  Tejerina, 1998:13).

6. “Con la modernidad los movimientos dejan de ser comunitarios (predeterminados culturalmente por la tradición, espontáneos en la acción, cotidianamente informales, vitalmente radicales con objetivos defensivos y directamente informales, virtualmente radicales con objetivos difusos) para convertirse en sociales(más conscientemente construidos, organizados, con intereses definidos y reivindicados de forma planificada)...Sin embargo, a lo largo de la modernidad, este paso de la comunidad a la sociedad nunca acaba de ser total, en cuanto que los movimientos sociales mantienen dentro de su opción societaria una opción comunitaria. Es hoy, en la postmodernidad, donde la ruptura (al menos con la dimensión tradicional de la comunidad) se ha consumado; desde la lógica –individual y colectiva- que define y prefigura la acción colectiva de los movimientos sociales es, en lo fundamental, societaria” ibidem.

7. Esto por cuanto el individuo que forma parte de los grandes aparatos sindicales  “busca vencer la angustia que acompaña a la autoalienación con la apatía o el activismo. Tanto el retiro de la actividad  como el sumergirse en ella constituyen reacciones características del hombre masa” (Kornhauser,1969:108-109, citado por Tejerina e Ibarra, 1998:113).

8. Se trata de un proceso que ya fue descrito muy tempranamente por el sociólogo alemán Robert Michels, en su conocida y temprana obra LOS PARTIDOS POLÍTICOS (1911).

9. «La convención de AFL-CIO reafirmó hoy (el día 11 de diciembre de 1967) mayoritariamente su apoyo a la política del presidente Johnson en Viet Nam después de derrotar fácilmente una proposición para que (la AFL-CIO) se mantuviera neutral en la guerra ». Jones informaba que los nombres del senador Eugene McCarthy y del economista John Kenneth Galbraith habían sido abucheados por los delegados a la convención –líderes obreros todos ellos- debido a que el senador y el  economista se oponían a la política de guerra en Viet Nam del presidente Johnson, y que unos 1200 delegados expresaron su voto favorable a Johnson puestos de pie y aplaudiendo mientras sólo «alrededor de una docena de delegados se levantaron en el salón de baile del Hotel Americana en señal de oposición»(Bosh,1968:1). 

10. En el caso de Costa Rica fue dramático y con graves consecuencias para los trabajadores el saqueo sistemático de los fondos del régimen de pensiones de  quienes laboran en el sector de educación. En 1995 y sin dar cuenta de lo ocurrido con el fondo que los educadores habían venido formando, desde 1958, con un aporte del 5% de su salario, el gobierno del presidente José María Figueres (1994-1998) con el apoyo de la “oposición”, decidió liquidar el régimen de jubilación solidario, llamado de reparto, reducir el perfil de beneficios y aumentar la cotización, al mismo tiempo que creaba un nuevo régimen de capitalización, para los educadores, nacidos a partir de 1965, o que empezaron a laborar en 1992, el cual ya es objeto de codicia por parte del Poder Ejecutivo y del capital financiero. La respuesta de los aparatos sindicales evidenció sus  estrechos vínculos con la sociedad política y su incapacidad para abandonar los hábitos y prácticas del período anterior.

11. Ver  R. C. Lewontin, 1991:13 y ss

12. “Dans l’ euphorie de liberté retrouvée, la France s’abandonne avec délice aux joies de l’ amnésie. Poursuivre les responsables de la collaboration? On y songe bien en 1945-1946, mais, si l’ “épuration” n’ est pas nulle, elle demeure partielle, pour ne pas dire insuffisante. D’ abord, il y a tant de coupables dans la machine político-administrative qu’ on recule devant le risque de détruire cette dernière en les poursuivant tous. C’est ainsi que le general de Gaulle se trouve amené à utiliser, sans trop y regarder, les services de excollaborateurs ayant su tourner casaque au bon moment (Maurice Papon), et qu’ un état d’ esprit sournoisement “vichyste” persistera, pendant plusieurs années, dans l’ université, la justice, la police et l’ armée”(Delacampagne, 2000 :222).

13. Expresión anglosajona empleada para indicar el gigantesco aumento de la natalidad que caracterizó a los primeros quince años que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial.

14. Texto que hemos vertido, de una manera libre, del siguiente original en francés “ Tout en insistant sur l’ aspect “générationnel” du soulèvement étudiant (dont les acteurs sont, dans leur quasi-totalité, nés au cours des années qui ont immédiatement suivi la Libération), les historiens n’ ont guère, jusqu’ ici, souligné le rapport entre cette “explosion”  et le tabou qui pesait , depuis près d’ un quart de siècle, sur la shoah y la collaboration. Il me semble cependant que ce rapport existe. De même que, dans la névrose, un trouble somatique peut être le symptôme d’ un refoulement mal asumé ou mal vécu, les troubles de 1968 constituent (entre autres) le symptôme d’ une révolte contre le silence dont la génération antérieure –celle qui avait vécu la guerre- enveloppait celle-ci, afin de ne pas avoir à répondre, collectivement, de son comportement face au génocide dont elle avait  été témoin. Et même s’ il était parfaitement abusive, le principal slogan antirépressif scandé par les manifestants, “CRS –SS”, indiquait bien, à sa façon, que dans l’ esprit des jeunes la continuité entre le pouvoir gaulliste et l’ administration vichyste n’ avait pas été rompué de manière suffisamment nette en 1945” (Delacampane,  2000: 225-226).

15. Ver artículo de  Sylvie Chaperon  “ Simone de Beauvoir, cinquante ans après”LE DEUXIÈME SEXE”EN HÉRITAGE” Le Monde Diplomatique, Janvier 1999, p. 27.

16. Texto que hemos vertido libremente al castellano del siguiente original en lengua francesa“ C’est que Simone de Beauvoir met sérieusemente à mal quelques-uns des consensus sacrés  de son temps. Depuis les années 30, une politique familiale et maternaliste d’ un ampleur jamais égalée se construit patiemment en France. Les allocations familiales, l’allocation de salaire unique, les prêts au mariage, le quotient familial et une myriade d’ autres mesures tentent de redresser une natalité durablement effondrée. Le baby Boom, exceptionnellement vigoureux, n’ apaise pas toutes les craintes et renforce encore l’ ideal de la mère au foyer, éducatrice-née d’ une famille qu’ on espère nombreuse. De la gauche communiste jusqu’ à la droite, le natalisme règne en maître sans contestation aucune depuis que les néo-malthusiens, duremente censurés, ont disparu de la scène publique. Et voilà que Simone de Beauvoir  met en miettes toute cette belle mythologie de la maternité. Elle commence son chapitre “La mère” par un plaidoyer de quinze pages en faveur de l’ avortemente libre, elle dénie toute existence à l’ instinct maternel et finit par dévaloriser brutalement la fonction maternelle qui, selon elle, aliène les femmes” ibidem.

17. “la ciencia y la tecnología también han contribuido de manera determinante a la complejidad de la situación actual, al extraordinario crecimiento de la población que estamos experimentando, a la contaminación y otros amargos efectos secundarios de la industrialización...como carecemos de visión clara del futuro que deseamos, no sabemos exactamente hacia dónde orientar la inmensa fuerza que representa la investigación científica y tecnológica”.( Meadows, 1982 : 24).      

18. El primero de ellos en graves dificultades frente a una próxima consulta electoral, programada para el 22 de septiembre de 2002, en la cual la coalición de izquierda alemana del Partido Social Demócrata (SPD) y el Partido de los Verdes, encabezado por el ministro de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer –un antiguo radical de izquierdas- podría sufrir una estrepitosa derrota frente a sus adversarios de la derecha democristiana. En Francia la derrota electoral de la izquierda, en la primera ronda de las elecciones presidenciales, en las que el candidato del Frente Nacional (extrema derecha) quedó en segundo lugar, desplazando al “socialista”Leonel Jospin, ha sido uno de los hechos políticos más comentados a escala planetaria. Los verdes franceses, aliados de Jospin han visto comprometido su futuro político y comprometidas sus luchas propiamente ambientalistas. El resultado de esas elecciones no confirmó, sin embargo, estos vaticinios, que habíamos hecho meses atrás y fortaleció la posición de los verdes dentro de la coalición que mantienen con el SPD.

19. El nuevo presidente de Costa Rica, Dr Abel Pacheco (tomó posesión el 8 de mayo de 2002) se comprometió a dictar un nuevo código ambiental o garantías ambientales y estableció en un claro compromiso con las organizaciones ambientalistas, en la lucha contra la exploración petrolera en las costas del Caribe y la minería a cielo abierto en varias regiones, que tales actividades tan peligrosas para la naturaleza y la población del país serán prohibidas.

20. La agricultura transgénica con sus semillas estériles y el intento, por parte de algunas transnacionales, de controlar las patentes de algunas semillas constituye un buen ejemplo de las advertencias que hacía el Informe Meadows, presentado por el grupo de científicos del Club de Roma, acerca de los riesgos de la falta de control sobre la actividad científica y tecnológica. El agricultor francés José Bové que ha desarrollado una campaña en contra de la agricultura transgénica y ha destruido, como parte de una acción colectiva, algunos campos de cultivo dedicados a productos transgénicos, razón por la cual es objeto de persecución judicial en su país.

21. Ver André Corten Instruments de l’ imperialisme ou culture populaire? Explosion des pentecôtismes africains et latino-américains LE MONDE DIPLOMATIQUE Décembre 2001 pages 22-23.

22. Ibidem.

23. Un ejemplo de ello, para el caso del África Oriental, estuvo representado por la notable resistencia al colonialismo inglés ejecutada por el movimiento de los Mau-Mau de Kenya, quienes se lanzaron a la insurrección, a partir de 1952 y posteriormente, al producirse la independencia conformaron la nueva elite del poder.

24. Ver Hobsbawn, 1995: 41 y ss..

25. Resulta importante recordar el caso del primer zapatismo, conformado en su gran mayoría por campesinos aborígenes del estado de Morelos, del cual nos ha dejado un profundo análisis John Womack en su  conocida obra ZAPATA Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA(Varias ediciones en Siglo XXI editores de México).

26. “Avec ses 30 000 membres et 230 comités locaux en France, et ses quelque 50 associations sœurs du reste du monde, Attac(l’Association pour la taxation des transactions financières pour l’ aide aux citoyens) se définit comme un mouvement d’ éducation populaire tourné vers l’ action, et ce dans une logique internationaliste. Ce n’ est pas un parti: nous ne sommes dans le même espace ni dans la même temporalité. D’ un autre côte, notre action ne se cale pas sur des échéances electorales: sans ignorer les urgences  immédiates, nous travaillons sur le moyen terme, celui de la libération des esprits de ce virus libéral qui nous contamine depuis un quart de siècle et qui inhibe toute volonté de transformation. Pour ces deux raisons, nous ne saurions être protagonistes directs de quelque refondation partisane que ce soit”(Cassen en Le Nouvel Observateur,  mayo 2002 : 30).

27. Luis Hernández Navarro LA REVUELTA DE LOS GLOBALIZADOS diario La Jornada, México, jueves 2 de diciembre de 1999.

28. “Las modernas redes informáticas, la proliferación de centenares de ONG y las facilidades para viajar por el mundo han posibilitado la formación de bolsas de resistencia que traspasan las fronteras nacionales y que han generado un nuevo internacionalismo” (Hernández Navarro, op. Cit)..

29. Las condiciones de la postguerra fría nos han provisto de una abundante información acerca del tratamiento dado a la naturaleza en los países del llamado campo socialista o bloque soviético el cual resultó ser, en muchos aspectos semejante, al dado al aplicado por las potencias occidentales. En los países del este de Europa la naturaleza fue tratada simplemente como una mercancía más y la contaminación y pérdida del caudal del Mar de Aral, en Siberia, constituye un buen ejemplo de ello.

30. George F. Hegel (1770-1831)  empleaba en sus textos la expresión bürgerliche gesellschaft, que en lengua alemana debe entenderse como sociedad civil burguesa o simplemente sociedad burguesa emergente y opuesta a las limitaciones que le imponía el  Antiguo Régimen.

31. Un ejemplo de ello podemos verlo en la propuesta para formar un Consejo Consultivo de la Sociedad Civil lanzado por el Partido Acción Ciudadana (PAC) de Costa Rica, lo cual representaría una institucionalización de un cierto tipo de sociedad civil. Ver el documento de la diputada electa por el PAC, Epsy Campbell EL CONSEJO CONSULTIVO DE LA SOCIEDAD CIVIL. Documento para la discusión(s. f).

32. Ver Rogelio Cedeño Castro,  LOS CINCO ESCENARIOS DE LA CRISIS VENEZOLANA. Cómo fue que fracasó el engendro pinochetista empresarial-militar,  periódico CAMPUS,  Universidad Nacional de Costa Rica (UNA), abril 2002.


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Cedeño Castro Rogelio LOS CINCO ESCENARIOS DE LA CRISIS VENEZOLANA. Cómo fue que fracasó el engendro pinochetista empresarial-militar, Periódico Campus, Universidad Nacional, abril de 2002.

Chaperon Sylvie Cinquante ans après « LE DEUXIÈME SEXE » EN HERITAGE » Le Monde diplomatique, Janvier 1999, page 27.

Corten André  Instruments de l’ imperialisme ou culture populaire ? EXPLOSION DES PENTECÔTISMES AFRICAINS ET LATINO-AMÉRICAINS, Le Monde Diplomatique, Décembre 2001, pages 22-23.

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