La Revolución Española:
autogestión y discusión permanente.
A propósito de la Revolución social y libertaria española, de la que el 19 de julio recién pasado, celebramos sus 70 años, quisiera empezar citando a un protagonista de la misma, Ángel Pestaña, quien en una reunión de la Tercera Internacional, en Moscú, en 1920, dijo: “La revolución no es ni puede ser obra de un partido. A lo sumo, un partido puede fomentar un golpe de Estado. Pero, un golpe de Estado no es una revolución.”
Creo que la reflexión que debemos hacer al cumplirse un aniversario más de la Revolución Social de España, debería consistir, no en hacer una rememoración de hechos, de logros, de errores, de conflictos, de disputas, sino, en re-pensar la revolución en los tiempos que corren y a recuperar de dicha experiencia las mejores enseñanzas para las luchas venideras. Sin embargo, me permitiré hacer algunas observaciones sobre la historia de esta Revolución, que ha sido muchas veces ignorada y otras veces distorsionada, por la historia oficial y por la historia estalinista. Porque creo necesario que la gente joven conozca la historia de esta revolución, que puede servirle de inspiración para sus renovados combates.
El 17 de julio de 1936, en Marruecos, el ejército empieza una sublevación militar fascista contra la República. La cual continúa el 18 de julio, cuando Sevilla es controlada por el capitán general Queipo del Llano, operación que será de gran importancia estratégica, pues Sevilla se convertirá, así, en la plataforma de maniobra del ejército de África. El 19 de julio, la respuesta del movimiento social a dicha sublevación militar fascista, es la revolución. La reacción del pueblo, impulsado por la presencia de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), la Federación Anarquista Ibérica (FAI), las Juventudes Libertarias y las Mujeres Libres, logra que el 20 de julio sea derrotada la sublevación fascista en Barcelona. Es así, como la Revolución Social Española se abrió paso bajo el signo anarquista de la CNT-FAI. Esto no fue un fenómeno accidental, pues la tradición anarquista en España había sido importante desde los tiempos de la Primera Internacional, la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). Ya en 1918, la CNT contaba con más de un millón de afiliados.
Hago un breve paréntesis, para señalar el carácter de esta Confederación sindical obrera, cuando en su Congreso de Zaragoza reunido el 1 de mayo de 1936, unos días antes de la revolución, no se olvidó de los grupos nudistas y naturistas, “refractarios a la industrialización”. Haciendo reales las palabras del peruano Manuel González Prada, que dice: “Para el verdadero anarquista no hay una simple cuestión obrera, sino un vastísimo problema social; no una guerra de antropófagos entre clases, sino un generoso trabajo de emancipación social.” Cierro el paréntesis.
El anarquismo se había desplegado en España, en lo que podemos llamar dos vertientes: en el ámbito industrial-urbano a través del anarcosindicalismo (especialmente fuerte en Cataluña, en menor medida, en Madrid y Valencia) y en el ámbito agrario-rural, en el comunalismo o colectivismo agrario (especialmente en Andalucía, Valencia, Aragón y Zaragoza). Así, esta revolución se despliega bajo la bandera de la anarquía. Por eso hoy, les rendimos memoria a aquellos hombres y mujeres que ofrendaron su vida por la utopía: Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso, Juan García Oliver, Federica Montseny, Juan Peiró, Diego Abad de Santillán, Ricardo Sanz, Rosario Dolcet y tantas otras y tantos otros militantes destacados del anarquismo español. Rendimos homenaje en especial a José Néstor Mourelo y Vila y a Joaquín Querol, quienes vinieron a vivir a Costa Rica, contribuyendo con la difusión del pensar ácrata entre nosotros y recordándonos siempre la obra de la revolución social española.
Después de aplastar en amplias zonas de España al ejército fascista, los trabajadores fueron dueños de su destino, los campesinos de sus tierras y el hombre y la mujer en general, de su libertad. Para conocer más de cerca la obra constructiva de la revolución española, les recomiendo la lectura del libro Homenaje a Cataluña de George Orwell, el cual, en sus páginas, describe la obra constructiva revolucionaria iniciada aquel 19 de julio de 1936, y que tuvo su expresión más definida en dicha región. La revolución social constructiva se inició espontáneamente en las regiones no controladas por la sublevación militar fascista. Como dice Daniel Guerin: “Cuando las autoridades constituidas salieron de su estupor, se dieron cuenta de que, simplemente, ya no existían.” Se organizó el abastecimiento de víveres, la guardia civil desapareció. Las industrias se socializaron, se colectivizaron o bien se municipalizaron. Muchas de las fábricas se tuvieron que transformar en industrias de materiales y pertrechos de guerra, para abastecer los frentes donde se combatía al fascismo. El transporte público funcionó de nuevo, sin propietarios. Se crearon más ateneos libertarios, museos, escuelas racionalistas. Surgieron nuevas revistas y periódicos. Destacándose en esta obra constructiva, el desarrollo de las colectividades agrarias, que junto a la experiencia en las industrias, nos permiten hoy replantear el concepto de autogestión. Puede afirmarse sin temor a equívocos, que el triunfo de la revolución española fue el triunfo de la autogestión.
La iniciativa siempre vino del pueblo, tanto de la ciudad como del campo, influenciado por las ideas anarquistas. Dice Germinal de la Solana: “El mejor ejemplo lo tenemos en las colectividades agropecuarias de Cataluña, Aragón, Levante, Andalucía, Extremadura y Castilla la nueva. Uno encontraba entre sus organizadores campesinos, generalmente, muy pocos intelectuales. Y lo que sorprendía más al hablar con ellos era comprobar que la gran mayoría eran autodidactas, en porcentaje muy elevado eran analfabetos.” Y como dice el autor, no es que queramos hacer una apología demagógica de la ignorancia, lo que ocurría es que ese campesinado tenía una sabiduría que no imparte el Estado a través de la escuela y una voluntad por construir un mundo nuevo. Con la revolución se trataba de la ocupación directa que hacían los pobladores de los grandes latifundios, pertenecientes a los fascistas sublevados o simplemente la ocupación de los latifundios abandonados e improductivos. Esta verdadera reforma agraria afectó a cinco millones quinientas mil hectáreas y tuvo como característica que estas extensiones de tierra fueron explotadas económicamente de forma colectiva, manejadas por sindicatos campesinos o municipios libres. En realidad se abolió la propiedad privada y en muchos casos se abolió hasta el dinero como instrumento de distribución y venta.
Quisiera describir muy brevemente, las fuerzas que se movieron en el plano internacional, durante la revolución española y que incidieron en su destino. La sublevación militar fascista fue apoyada descaradamente por los estados fascistas, la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y el Portugal de Oliveira Salazar, y de manera indirecta, por la actitud blandengue de una mayoría de países con regímenes “democráticos”, figurando en primera lugar, la Francia de León Blum, la Inglaterra del laborista Bevin y los Estados Unidos con Roosevelt. La Unión Soviética de Stalin, en los primeros tres meses de la revolución, permaneció impasible frente a los acontecimientos. Luego comenzó a intervenir, enviando a sus representantes oficiales, para realizar su labor de intrigas subterráneas, muchas veces a favor de los países capitalistas “democráticos”, a raíz del famoso pacto de neutralidad de estos, el denominado Comité de No Intervención (integrado por Rusia, Francia e Inglaterra). El juego de Stalin fue facilitado cuando las fuerzas republicanas burguesas y los socialistas del ala conservadora, establecen una alianza con el partido comunista español, para enfrentar la revolución social y libertaria. El 8 de agosto de 1936, el diputado comunista Jesús Hernández en Madrid, atacó enconadamente a la CNT, por haber realizado las incautaciones de las industrias y de los campos. Carrillo, un miembro del comité central de dicho partido, sostenía que ellos no luchaban en ese momento por la revolución socialista, sino por la república democrática, siguiendo el juego de Stalin y su alianza con las potencias imperialistas. Es importante aclarar, que la política contrarrevolucionaria de Stalin durante la revolución española, iba dirigida principalmente contra la CNT-FAI y luego, arremetió también contra el Partido Obrero Unificado Marxista, del cual se debe puntualizar que siempre fue un partido pequeño, donde había diversas fracciones del marxismo español y que no se puede calificar como trotskista, dado que el mismo Trotsky muchas veces se pronunció contra las tácticas y la política del POUM. A cambio del oro español, Stalin le vendió a la República, un material de guerra viejo y a veces inservible que procedía de la guerra de Crimea. El interés del pueblo español no le importó nunca a Stalin, sometió todo a las necesidades de su política internacional. Stalin llevó a España a una inmensa cantidad de técnicos, agentes secretos, consejeros militares y otros funcionarios, la mayoría de los cuales fueron ejecutados a su regreso a la Unión Soviética, así como muchos estalinistas españoles e internacionalistas, también fueron liquidados.
Por todo lo señalado anteriormente, de manera resumida, creo que la gran tragedia de la Revolución Social Española es que se desarrolla simultáneamente con la Guerra Civil, contra el ejército, la Iglesia y la intervención descarada del fascismo, y con la contrarrevolución estalinista desde adentro. Esta guerra fue un conflicto sangriento que costó aproximadamente un millón de vidas humanas, durante tres años.
Ahora bien, lo importante es destacar, en esta pequeña ponencia, dos aspectos que creo, son de actualidad, y sobre los que la revolución española nos puede servir de fundamento: la autogestión como modelo revolucionario y la necesidad del debate ideológico y político dentro del movimiento social de manera permanente. Creo que si en el siglo XXI es posible, de alguna manera, una revolución, esta deberá ser una revolución social autogestionaria. Ya de arriba, en todos los sentidos, no podemos esperar nada, porque nada nos ha dado nunca. La utopía – lo que no existe, pero que podremos hacer realidad con nuestro esfuerzo – solo puede provenir desde abajo. Dichosamente, la revuelta actual nos encuentra diversos, plurales, heterogéneos, y convergentes – quisiera creer – en un solo proyecto revolucionario que permitiría mantener esa diversidad, la autogestión. Porque solo la autogestión es el modelo que permite avanzar unidos en la diferencia, porque es la expresión de la libertad y de la solidaridad, conjugadas. No más “socialismos” carcelarios y fascistas, ni más capitalismo salvaje donde el hombre es enemigo del hombre. La búsqueda de la satisfacción de las aspiraciones infinitamente variadas del hombre y de la mujer, solo es posible a través de la autogestión. La constitución de grupos de afinidades, de comunas, de colectivos, de asociaciones de todo tipo, y la confederación de estos organismos de base, que fueron desarrolladas durante la Revolución Social Española, son hoy de nuevo, el instrumental para la construcción de una sociedad justa y libre. Claro, esta concepción concejista, no es el invento de esta Revolución, ya se había manifestado en la Comuna de París de 1871, en Munich en 1919 con la república soviética liderada por el anarquista Gustav Landauer, en las revoluciones consejistas o soviéticas de Rusia, en 1905 y 1917 (que no se deben confundir con la dictadura bolchevique), en la revolución comunalista del sur de México con Emiliano Zapata, en plena guerra civil mexicana, donde se reitera la misma tragedia, una revolución en medio de una guerra.
El segundo aspecto es la necesidad de la discusión política e ideológica permanente. La lección de la revolución que hoy recordamos, es que las diferencias deben ser debatidas en todo momento y lugar. Si la unidad de quienes pretendemos transformar esta sociedad es posible, debe ser bajo el principio insoslayable de la tolerancia, y por tanto, dentro del marco de la discusión serena y profunda de todos los argumentos y de todos los temas. Esta discusión permanente hará posible la natural depuración de aquellos elementos que, dentro del movimiento social, responden a los intereses de la clase dominante y del sistema actual. A través de la discusión seria y documentada es posible aislar a los elementos que ante el conflicto social, siempre han levantado la nefasta bandera de la concertación. El conflicto social no es el invento de ningún filósofo, es una realidad que la humanidad ha conocido históricamente y que deberá servir para trascender la realidad del mercado y del capital. Son los concertadores quienes siempre preguntan si se está a favor o en contra del conflicto social, como si esta pregunta fuera válida. No se puede estar a favor o en contra de la realidad. Como dice una vieja consigna anarquista: Preconizar y defender la paz social, por parte de los trabajadores, es tanto como dar al capitalismo los garrotes con que nos puedan apalear a su gusto y conveniencia. Costa Rica no es una sociedad diferente a otros modelos sociales existentes, el mito de la Costa Rica pacífica, campesina y democrática, bajo el manto protector de la virgen de los ángeles, debe ser desterrado, si queremos pensar una sociedad autogestionaria. Debemos hacer un esfuerzo por contribuir en el despertar de la mayoría de la población, sometida durante tantos años a la influencia ideológica de una casta dominante que solo pretende perpetuarse en el poder. La ruindad de la democracia realmente existente, debe ser rechazada, levantando la bandera de la democracia autogestionaria y concejista, el autogobierno, la democracia en la comunidad y en la vida cotidiana.
Quisiera terminar mi exposición, con estas palabras del poeta Octavio Paz: “Los poderosos conciben la historia como un espejo: ven en el rostro deshecho de los otros – humillados, vencidos o ‘convertidos’ – el esplendor del suyo propio. Es el diálogo de las máscaras, ese doble monólogo del ofensor y del ofendido. La revuelta es la crítica de las máscaras, el comienzo del verdadero diálogo.”
Ponencia presentada en el foro: El anarquismo en la Revolución Española, lunes 24 de julio de 2006, en el Centro Cultural de España, San José, Costa Rica.
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