Memoria y lucha hoy
Creo que quienes hemos estado participando, de alguna manera, en el movimiento social de este país, no estamos suficientemente preparados para enfrentar un gobierno de las características del presente. Al frente tenemos un equipo brillante (“meritocracia”), al servicio de los intereses del gran capital financiero, dispuesto a culminar el proyecto neoliberal, iniciado a fines del siglo pasado, y que, en todo sentido, el movimiento social ha estado rechazando, una y otra vez, desde dentro de la formalidad, pisoteada, de la democracia electoral. Este equipo llega al poder, por la vía de una reforma constitucional perpetrada por un órgano estatal (al cual no le corresponde tal función) y del fraude electoral, aunado a través de los grandes medios de comunicación. En otros términos, mediante un golpe de Estado. Repito, aquí el golpe de Estado no es realizado por los militares, porque – formalmente – no existen, sino que es realizado por magistrados. Desde un principio, es clara, la gran concentración de poder, síntoma ineludible del carácter fascista de este gobierno. El poder judicial al servicio de sus pretensiones. Control del legislativo, en alianza con los liberticidas y lo que resta de la “unidad socialcristiana”. El ejecutivo concentrado en pocas manos. Control de los grandes medios de prensa: gráficos y televisivos (que se acaba de afinar con el nombramiento de Alicia Fournier [Opus Dei] en el SINART y de Marcela Angulo [de La Nación] en el noticiero de canal seis) A lo que se añade, posteriormente, una política corporativista de inclusión de los denominados “sectores sociales”. El cuadro político se completa con una “oposición” política, permisiva y desdibujada, incluyendo un diputado que ese mismo equipo denomina de “izquierda”. En época del posmodernismo, es muy difícil saber qué es izquierda y qué es derecha, porque esta modalidad del capitalismo tardío, todo lo tiende a confundir. Se habla incluso de gobiernos de izquierda, administrando Estados burgueses y aplicando políticas neoliberales. Chile, el paradigma del modelo neoliberal (sueño del equipo gobernante en Costa Rica), hoy es administrado por los “socialistas”, que hacen funcionar la maquinaria heredada del pinochetismo. Chile, hoy, aún no ha salido de los mecanismos establecidos por la dictadura, presentando una desigualdad social pavorosa. Ese es el modelo que se pretende imponer en este país, cubriéndose, en este caso particular, con las formas de la “democracia”.
Enfrentamos un gobierno que pretende utilizar todos los medios para cumplir su cometido. Luego, de cierto retraimiento del equipo gobernante, ante el evidente rechazo popular, ahora ha diseñado una estrategia que combina la política corporativista con la política represiva, si fuere necesaria. Esto es, intentará, hasta donde sea posible, la imposición del modelo neoliberal, básicamente a través de la aprobación del “tlc”, por medio de la intimidación y la “protesta” controlada. Política para la cual cuenta con la colaboración del “partido acción ciudadana”, de la “central juanito mora” y otros “dirigentes sociales responsables”. No olvidemos, en la Francia ocupada por los nazis, lamentablemente, hubo franceses colaboradores.
Ahora, hay dos elementos, en este panorama, sobre el que me gustaría ahondar, porque son elementos que se descuidan, generalmente, en el análisis que realizan las izquierdas (y aquí sí hablo de quienes piensan seriamente el “cambio de la vida”, como diría Rimbaud, y no de quienes aspiran a una dieta de diputado o un salario de ministro). Existe una corriente fuerte, en los sectores populares, de fatalismo, es decir, la gente dice, el “tlc” es malo, es peligroso; pero, ¿qué podemos hacer si es un tratado con el país más poderoso de la tierra? Corriente ideológica que el experto equipo gobernante está manipulando y ahondando. El discurso es algo así como: aprobemos el “tlc” ya, porque no hay otra salida y después veremos que hacer, si los perjuicios son grandes. Sin embargo, por ahora, hay que aprobarlo, aún cuando haya grandes marchas pacíficas en la capital. En todo caso, la orden a los grandes medios es darle cobertura a las protestas y a los pronunciamientos de los intelectuales en contra del tratado, para respetar las formas democráticas y, por supuesto, resaltar la participación de los “dirigentes responsables”. Y si hubiese alguna protesta, que se le vaya de las manos a esos “juanitosmoras” sindicales, entonces habrá represión. Que para eso se está preparando el ministerio de seguridad, bajo el control de la “inteligenzia” arista. Y no será, tampoco, una represión “vulgar”, para eso están contratando sicólogos y expertos en contrainsurgencia; o sea, nos enfrentaremos a una represión “refinada”, con mucho trabajo de prevención, es decir, intimidación (juicios contra dirigentes sociales, entre otras medidas). Política de seguridad que ya está dando frutos, en el sentido de aislar a la “ultra”, a los sectores que ellos llaman “sectarios e irresponsables”. Los “dirigentes” de la “izquierda responsable”, en una clara actitud de delación, le han señalado a la represión esos son los “peligrosos”: anarcos, troskos, asamblea del pueblo y la gente de San Ramón. El cordón sanitario ha contado con la colaboración de gente que aún se considera de izquierda, quizá como resultado de la intimidación o del oportunismo (posibilidad de establecer relaciones de clientelismo con sus bases). La maquinaria se ha echado a andar de manera contundente. A la par de esta política estatal, además, se afianza el trabajo de “hormiga” de grupos paramilitares (movimiento costa rica libre), que se preparan para intervenir, en protección del “buen nombre” del presidente Nóbel de la paz. En este escenario posible, la confrontación sería entre la “extrema izquierda” y la “extrema derecha” y el gobierno, de “centro”, “no podría hacer nada”, excepto solicitar la intervención de alguna fuerza militar extranjera para detener el conflicto, si este se desbordara. Para eso el equipo guerrero, nombró a un “diplomático” en el ministerio de seguridad.
El otro aspecto que se descuida, en Costa Rica, es la lucha por la democracia. Lucha central de las nuevas izquierdas latinoamericanas. El rechazo continuo y sostenido de las mayorías populares, contra la “democracia realmente existente”, ha establecido como eje central de las luchas sociales actuales, la lucha por la democracia, claro está, en los términos que señala el reciente II Manifiesto de San Ramón: “La democracia no es el despilfarro millonario de las campañas electorales, la democracia la debemos construir desde las bases, desde nuestras comunidades, en nuestra vida cotidiana. La democracia no es un gobierno impuesto por la voluntad de un grupo de magistrados y de una minoría de los electores. Si el pueblo no tiene otra opción, tiene el derecho a ejercer la democracia en las calles, tiene el derecho a la rebelión." La bandera de la democracia participativa, pertenece a las izquierdas y se le debe arrebatar a quienes hoy fingen oposición, mientras reafirman su credo del libre comercio. Permitir que la democracia siga siendo confundida con “democracia burguesa”, es abrirle aún más el camino al fascismo.
El sistema educativo de este país se ha sostenido sobre la base de las mentiras: que somos un pueblo pacífico (domesticado en realidad, dijo el viejo Figueres), democrático (por ir cada cuatro años a las urnas electorales a elegir a los corruptos de turno), que somos “igualiticos” (cinismo sin igual), que somos “blanquitos” (vallecentrismo, exclusión de negros, cholos e indígenas), que somos diferentes a los demás centroamericanos (racismo y xenofobia). Y es, en esta “educación”, que hoy el equipo guerrero encuentra su principal sustento ideológico. El fatalismo imperante en algunos sectores populares, mencionado antes, recibe su fuente de energía de esas mentiras. Por eso, la lucha por la democracia, sin apellido, es la bandera contra el neoliberalismo y la globalización y en particular, es la bandera contra el ilegítimo gobierno de Arias. Por ello, debemos luchar contra los contenidos de un sistema educativo, que junto con la selección nacional de fútbol, tienen a la mayoría de nuestra población, postrada en la ignorancia, el miedo y la confusión. Si no empezamos desde abajo, tanto en el trabajo con la mayoría social, como en la demolición del aparato ideológico de este sistema, poco lograremos avanzar en nuestra lucha actual. Por eso, es perentorio arrebatarle, al gran capital financiero, la bandera de la democracia. Las miserias de la “democracia realmente existente” deben ser rechazadas de manera frontal. El ejercicio de la democracia desde nuestras comunidades, en nuestra vida cotidiana, debe ser nuestra consigna, frente al concentrado poder central.
Una de las causas del fracaso de la vieja izquierda fue esa conducta nociva, que, frente al enemigo, era preciso ocultar nuestras diferencias, que no debíamos hacer críticas, porque eso era “hacerle el juego al enemigo”. Esto, en lugar de fortalecer a las diversas expresiones de la vieja izquierda, lo que condujo fue a la desaparición de las mismas y a entregar banderas válidas del movimiento social, en manos de los enemigos de todo cambio con justicia y libertad. El ocultar los crímenes del estalinismo no sirvió de nada, ocultar nuestras diferencias, no sirve de nada. Cualquier unidad de acción que pretenda una presencia real en el movimiento social, debe construirse desde las bases y a través de la libre y respetuosa discusión política e ideológica. Porque solo a través de dicha discusión, se podrá aplicar la necesaria “zaranda” que deje al descubierto a los conciliadores y a los aspirantes a cargos públicos.
Jorge Castillo Arias
San Ramón de Alajuela, junio 2006.
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