Todo
el esfuerzo debe dirigirse hacia la movilización general
del pueblo
Afirmamos que la tarea
del momento es la intensificación de las actividades
para el fortalecimiento del trabajo de base. Entendemos esta
labor como el desarrollo de una diversa gama de acciones autogestionarias
que por su naturaleza serán: informativas, educativas,
organizativas y movilizadoras.
Debemos redoblar esfuerzos
en el trabajo de hormiga en los barrios urbanos, las comunidades,
los cinturones de marginalidad, casa por casa, en colegios
y universidades, plazas, parques, mercados y alamedas. Utilicemos
con sentido crítico herramientas como el teatro, la
danza, la música y el mural. Hay que llevar el mensaje
de agitación, denuncia y la propuesta en volantes,
afiches, letreros. Debemos sacar el activo de las organizaciones
sociales y los comités de lucha, a las avenidas, las
esquinas, tomar las paradas de buses y los programas radiales
o televisivos a micrófono abierto. Es preciso retomar
la tradición de los piquetes en explanadas y conglomeraciones.
Plasmar la irreverencia y la protesta en los muros y las tapias.
Estamos hablando de una gran ofensiva para: organizar la movilización
popular, frenar el TLC, consumar la expulsión de Riteve
y detener la transnacionalización de la economía
y la destrucción del derecho de los costarricenses
a producir. Luchar por los derechos civiles, laborales y políticos
de los distintos sectores sociales y contra las medidas neoliberales
y antipopulares del gobierno. Así como, rechazar la
estrategia de dominación del imperialismo global, del
capital transnacional explotador y liquidar las clases dominantes
vendepatria, la sumisión y el entreguismo. Por la soberanía
nacional y la dignidad del pueblo.
Consideramos que en los
actuales momentos históricos la orientación
se dirige a concentrar la fuerza del movimiento popular en
la organización de jornadas patrióticas movilizadoras,
que catalicen todo el ímpetu y la capacidad de acción
demostrada hasta hoy. Estamos en una situación y ante
una oportunidad inédita para, como un solo brazo, asestar
un golpe contundente a los neoliberales, acentuando la potencia
en una dirección principal, la articulación
de una decisiva protesta social, que como un incendio, se
propague por todo el territorio y adquiera características
de rebelión.
Las amplias mayorías,
que conforman lo que llamamos pueblo, deben posesionarse de
las calles y tomar todos los espacios de lucha que por tradición
le pertenecen y desde los cuales se manifestarán y
lanzarán el grito de rebeldía popular, de desobediencia
civil y por una propuesta de poder construido desde la llanura,
que definirá una alternativa de estructuración
política de la sociedad. Esto a partir de la participación
real de aquellas clases sociales y grupos de población
que representan al pueblo trabajador y sacrificado, el cual
siempre fue invisibilizado, despreciado y relegado a la hora
de la toma de decisiones, por las clases dominantes y sus
agentes. Clases ostentantes del domino y usurpadoras del poder
a través de distintas vías, entre ellas la electoral,
modelo de acceso al mismo con el que siempre se extorsionó
a las masas y que ha entrado en ineludible decadencia y prácticamente
se ha erosionado totalmente.
El poder de la oligarquía
plutocrática se ha fracturado como nunca antes. Las
clases dominantes han entrado en una honda crisis y su modelo
hegemónico se ha agrietado de tal manera que las contradicciones
internas son cada vez más angustiantes. El bipartidismo
está enterrado. Otros intentos fragmentarios y erráticos
de los sectores dominantes, se continúan hundiendo
en el pantano del espectro inmoral de la corrupción,
que es parte de la esencia misma de su conducta política.
Sobre todo en su práctica de postración y servilismo
a los intereses del capital transnacional y del imperialismo
en su conjunto. Obsérvese el comportamiento pusilánime,
conciliador y mediatizante del Partido Acción Ciudadana
y de otras turecas electoreras, que tratan de llevar agua
a su molino aprovechando las corrientes del río revuelto.
Por otra parte, la posición de Óscar Arias,
Antonio Alvarez Desanti, o los del mal llamado Movimiento
Libertario (Libertinos o Liberticidas, más bien), que
en forma abierta, cínica y descarada, promueven el
TLC y proponen puertas abiertas a la transnacionalización
de la economía (destrucción del mercado interno),
la privatización y la gestión neoliberal en
todos sus esquemas impositivos. Todos ellos, claro ejemplo,
de la evidente posición de clase de tales actores sociales.
En medio del agotamiento
y del desastre del sistema electoral, con el Tribunal Supremo
de Elecciones intentando recomponer la credibilidad en las
antidemocráticas y desprestigiadas elecciones. Con
un descompuesto orden político y un Estado burgués
irremediablemente fracasado y, en franca desintegración,
parece inaudito e incongruente con la realidad concreta, que
partidos y grupos de la izquierda, apuesten sus capacidades
y la integridad política de sus dirigentes a la trampa
(que en la actual coyuntura) significa asistir a las urnas.
Entrar en la contienda electoral, constituiría un riesgo
efectivo para los esfuerzos unitarios dentro del movimiento
revolucionario. La participación en votaciones implica
actualmente, como una forma de acción y lucha dentro
del universo de la aplicación dinámica de toda
la diversidad de métodos de construcción del
poder popular, una pérdida de credibilidad y el debilitamiento
a nivel político organizacional de la izquierda. Se
está dando una desacreditación sostenida del
régimen electocrático dominante, el cual no
debemos legitimar y menos inducir a las masas a darle continuidad
a ese mecanismo demagógico de engaño político
y extorsión de la conciencia. Ante esta situación,
la posición lógica y consecuente de las fuerzas
patrióticas y de avanzada, es el rechazo absoluto a
toda distracción de carácter electoral y efectivamente
el no caer en el juego de las cúpulas hegemónicas.
Así las cosas, estaremos respondiendo de forma coherente,
con la línea de acción y de pensamiento, que
el movimiento popular comprometido ha venido sosteniendo y
practicando como una corriente auténticamente beligerante
y decidida, la cual se ha venido reconformando durante los
últimos cinco años.
Lo anterior, se articularía
como una actitud consistente y granítica, en la medida
en que enarbolemos propuestas sensatas, audaces e integrales
a los desafíos que los tiempos imponen, a la Patria,
a la soberanía, a la independencia y al cambio social.
Desde la autogestión de las mayorías contestatarias,
se esbozará una nueva constitucionalidad. Es, sin duda,
a través de un intercambio franco y concienzudo, cuando
se puede conformar una plataforma común nacional, como
programa del pueblo en el proceso de construcción del
poder popular alternativo y el cual es necesario abordar,
en forma inmediata, desde espacios paralelos y si es necesario
desde las sombras. Como alternativa de las masas, ante la
opresión hegemónica, es urgente enunciar un
plan nacional de desarrollo, que incorpore temas como el salto
cualitativo en la calidad de vida, el desarrollo social y
humano, la transformación del agro, cambios en la política
y la administración del Estado, la reforma urbana,
la unidad centroamericana y la integración de los pueblos
de Latinoamérica.
La tarea histórica,
que la contemporaneidad nos exige, es tejer una gran unidad
nacional y popular, desde las bases. Unidad articulada como
un poderoso frente de todo el pueblo, que integre y sume a
las más amplias fuerzas patrióticas, por la
revolución democrática, popular y antiimperialista
y por la transformación revolucionaria de la sociedad
costarricense. Es claro que nunca como ahora, los mecanismos
de sustentación del poder de las clases dominantes
están en su peor crisis de la historia, por lo que
entrar en el juego electoral, por parte de las organizaciones
populares, sería paradójicamente, convertirse
en la tabla salvadora del Estado capitalista dependiente,
neoliberal y antipopular, que está irremediablemente
condenado al colapso.
Por la unidad
y movilización total del pueblo
La democracia se construye en las calles
Solo el pueblo salva al pueblo
Comité Cívico
de Occidente, abril 2005.
|