La bondad es subversiva
La bondad es lo que nos hace diferentes de los androides y nos enfrenta al despotismo tecnocrático. La valoración de la inteligencia por encima de cualquier otra consideración lleva al personalismo, al elitismo, al menosprecio de las gentes simples y sencillas de abajo. De esta manera, queda abierto el camino para la tiranía de los sabios. Una inteligencia sin bondad, sin sensibilidad social, real, cotidiana, vivida plenamente, dolorosamente, ni puede hablar en nombre del humanismo sin mostrar sus incongruencias profundas. El amor a las personas no surge de la comprensión de los textos clásicos de una u otra escuela filosófica, sino de la vida misma. Es el curso de la historia universal y personal lo que nos lleva a tomar posición por la bondad o la indiferente pedantería; al igualitarismo o las jerarquías, al socialismo o la barbarie. Sin bondad, las frecuentes convocatorias a la solidaridad social sólo sirven para esconder (y esconder mal) un proselitismo vergonzante. La resistencia al embrutecimiento de los hombres y las mujeres, la humanización de todos, el arte y el pan al alcance de cualquiera, fue por lo que lucharon desde Espartaco y la Comuna de París hasta nuestros días, multitudes de generaciones. Un mundo más decente, honesto y bondadoso era uno de sus propósitos. Sin la bondad podríamos ser más eficaces, más productivos, más disciplinados, más solemnes, más... ¿Pero seríamos más humanos? Podemos (ahora lo sabemos) inventar el plutonio, los perros dogo y las armas espaciales. También comprendemos que una ciencia sin conciencia, una razón despreocupada de los usos del saber, una inteligencia sin ternura, una sociedad sin solidaridad, nos conducirán a la catástrofe posible del mundo cibernético totalitario. La humanidad dolorida precisa, exige, la bondad. Con ella, claro está, no alcanza; pero sin ella (e incluso en contra de ella) ¿en dónde quedarán las promesas de una nueva civilización? Porque la bondad es un acto gratuito de solidaridad hacia el otro. Los poderes constituidos de todas las épocas y geografías la combatieron sin descanso. En el III Reich, no lo olvidamos, la bondad era subversiva.
Eduardo Basz
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