GOLPE DE TIMÓN EN BOLIVIA.
CUANDO “LOS SIN ESPERANZA” NOS DEVUELVEN LA ESPERANZA A TODOS.
Por Rogelio Cedeño Castro
“…el estallido de una hiperinflación record, en momentos en que se iniciaba la crisis de la deuda externa en toda la región, dio al traste con sus esfuerzos, viéndose obligado a renunciar (el doctor Hernán Siles Suazo) ante la presión combinada del movimiento popular, por un lado y de los organismos financieros internacionales, con su disciplina monetaria y fiscal, por el otro”
“La satanización del cultivo ancestral de la coca, por parte de los gobiernos de los Estados Unidos, ha sido una fuente de intromisión constante de ese país en el diseño de la política nacional e internacional de Bolivia. La arbitraria sinonimia entre coca y cocaína les ha permitido a los políticos estadounidenses chantajear a varios países latinoamericanos, en especial a Bolivia, con el pretexto de castigar el narcotráfico y el lavado de dinero, causando un gran daño al campesinado boliviano”
En Bolivia, el dirigente campesino cocalero de Cochabamba, Evo Morales, hijo de uno de los pueblos originarios del continente de más vigorosa y rica tradición cultural: la etnia de los aimaras, que junto con los quechuas y guaraníes conforman la población mayoritaria de ese país, se convertirá en el nuevo Presidente de la República, a partir del próximo domingo 22 de enero.
Por primera vez, desde la llegada de los europeos a estas tierras continentales (llamadas AbyaAyala por la etnia de los cunas que habitan en el actual territorio de Panamá), alguien cuya lengua materna no es ninguna de las de procedencia europea estará al mando de una de las naciones fundadas por los criollos mestizos, al culminar la revolución de independencia contra la dominación colonial ibérica.
Se trata de un hecho de gran significación histórica con el que culmina una larga lucha iniciada, entre otros, por el mártir Tupac Katari quien, en 1781, se sublevó contra el colonialismo español cuando el antiguo Collasuyo, de los días del Incanato, llevaba todavía el nombre del Alto Perú, y al ser ejecutado por sus verdugos, les dijo “volveré y seré millones”, como recordó conmovido –hace pocos días- el también dirigente campesino peruano, Hugo Blanco, quien encabezó la lucha del campesinado quechua en el Valle de la Convención (del Cuzco), a comienzos de los años sesenta.
Si bien las luchas sociales libradas por el pueblo boliviano, en este fin y principio de siglo no han estado signadas, de manera exclusiva, por reivindicaciones de carácter étnico, resultaba inaceptable que un representante de la población mayoritaria, no hubiera ocupado nunca la primera magistratura del estado-nación, fundado en 1825, por el libertador Simón Bolívar y cuyo primer presidente fue el Mariscal Antonio José de Sucre. De ahí la importancia del hecho de que la República de Bolívar –después Bolivia- honre hoy la memoria del libertador al convertirse, uno de sus hijos más humildes, en la cabeza de una nación que, durante casi dos siglos, marginó, discriminó y explotó –de manera inmisericorde- a la mayoría de sus habitantes.
En un complejo panorama de luchas y contradicciones es que está llegando Evo Morales a la presidencia de Bolivia, quien ha contado para ello con el apoyo indiscutible de las mayorías campesinas y obreras de procedencia quechua, aimará y guaraní, pero también de las clases medias urbanas de procedencia mestiza y con formación universitaria. El Movimiento al Socialismo (MAS), que dio forma a esta coalición de fuerzas sociales tan diversas, dista mucho de ser un partido político en el sentido tradicional del término, una forma organizativa que por cierto enfrenta una profunda crisis en toda América Latina.
En los últimos veinte años, después del reestablecimiento de la llamada democracia representativa, Bolivia ha sido otro laboratorio del neoliberalismo, aunque de una manera menos desembozada que en el caso chileno de la dictadura militar-empresarial y la posterior Concertación. Durante la última gestión de gobierno del Doctor Hernán Siles Suazo (1982-1985), en representación del Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda, que intentaba reconstruir el tejido social dañado durante los regímenes militares reaccionarios de los generales René Barrientos, Hugo Bánzer y Luis García Meza el estallido de una hiperinflación record, en momentos en que daba inicio la crisis de la deuda externa en toda la región, dio al traste con sus esfuerzos, viéndose obligado a renunciar ante la presión combinada del movimiento popular, por un lado y de los organismos financieros internacionales, con su disciplina monetaria y fiscal, por el otro. Ese fue el inicio de la cadena de gobiernos neoliberales surgidos de una pusilánime y cada vez más decadente partidocracia (MNR, MIR, ADN, Bolivia Libre, Nueva Fuerza Republicana y otros).
Al producirse la renuncia de Siles Suazo gana las elecciones generales de 1985, el Doctor Víctor Paz Estensoro, quien hacía poco más de treinta años atrás, junto con el propio Hernán Siles Suazo -ambos dentro de las filas del Movimiento Nacionalista Revolucionario MNR- había encabezado la revolución popular nacionalista de abril de 1952, cuando después de varias jornadas de combates callejeros el ejército y los cuerpos represivos habían sido desmantelados y sustituidos por unas victoriosas milicias de obreros y campesinos. El fin del poderío de la rosca minera del estaño (nacionalización de las minas propiedad de los Patiño, Hostchild y Aramayo), la reforma agraria y un decidido impulso hacia la modernización de las estructuras sociales habían marcado aquella lejana etapa.
En 1985, sin embargo, Víctor Paz Estensoro y su sobrino, Gonzalo Sánchez de Lozada (el gringo, por haber sido criado en los Estados Unidos y hablar un castellano agringado con un ligero acento paceño) quien ocupaba la cartera de planificación se encargaron de dictar el decreto 21060, con el que despidieron a 25 mil mineros y liquidaron en la práctica a la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL), la empresa más emblemática de la idea del progreso y del orgullo nacional durante los gobiernos del MNR y de sus adversarios, a partir de 1952. Siguiendo los consejos del economista del grupo de Chicago Jeffrey Sachs, un connotado oráculo del neoliberalismo, ese gobierno y los siguientes, también surgidos de la singular partidocracia boliviana (partidos con pomposos nombres revolucionarios y una obsecuencia absoluta a las órdenes del imperialismo de los Estados Unidos) se encargaron de crear las reglas más favorables para los inversionistas extranjeros, dejaron que los precios los fijara la economía de mercado y comenzaron el desmantelamiento de las otras empresas estatales. So pretexto de haber encontrado la receta para vencer la hiperinflación se dio inicio a una de las eras más sombrías de la historia del pueblo boliviano.
A lo largo de los años noventa con las presidencias de Jaime Paz Zamora (1989-1993) y en especial, durante la que inauguró en 1993, el propio Gonzalo Sánchez de Lozada continuó el desmantelamiento de las empresas estatales como Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Bolivia (YPFB) y se dieron decretos que, en la práctica significaron la entrega de los recursos del subsuelo (gas y petróleo) a las empresas transnacionales europeas y estadounidenses. Con la demagogia del bono sol (una misera pensión para los ancianos no incorporados a ningún régimen jubilatorio) se procedió a la “capitalización” de las empresas de Bolivia y los recursos del subsuelo, una vez salidos de este dejaban de ser propiedad de la nación. Estas acciones continuadas por los gobiernos de Hugo Bánzer (el antiguo dictador, ahora convertido en demócrata), Jorge Tuto Quiroga (que lo sucedió a su muerte a comienzos de 2001) y de nuevo, el propio Sánchez de Lozada, de enero de 2002 a octubre de 2003, cuando fue derrocado por una insurrección popular produjeron, en conjunto, el más desvergonzado saqueo de los recursos del subsuelo boliviano, ya que las empresas quedaron pagando como regalías al Estado un 18% de sus beneficios
La satanización del cultivo ancestral de la hoja de coca, por parte de los gobiernos de los Estados Unidos, ha sido una fuente de intromisión constante de ese país en el diseño de la política nacional e internacional de Bolivia. La arbitraria sinonimia entre coca y cocaína les ha permitido a los políticos estadounidenses chantajear a varios países latinoamericanos, en especial a Bolivia, con el pretexto de castigar el narcotráfico y el lavado de dinero, causando un gran daño al campesinado boliviano. Es dentro del Sindicato de Campesinos Cocaleros del valle del Chapare, en Cochabamba, donde Evo Morales inicia su lucha veinte años atrás, desde la posición de secretario de deportes de su sindicato base, hasta llegar a encabezar ese movimiento, a mediados de los años noventa. En 1997 es elegido diputado, por primera vez y lleva esas reivindicaciones al parlamento, de donde es excluido por la acción de los diputados de las mayorías cautivas del MNR, ADN y el MIR, en respuesta al temor que les causaba la pujanza creciente del movimiento campesino.
La lucha por recuperar el control del acueducto y las fuentes del agua potable que dieron los vecinos de la ciudad de Cochabamba, en febrero de 2000, vino a ser uno de los hitos que marca un punto de retorno desde la pesada atmósfera neoliberal que se había apoderado de uno de los países más ricos de la región, cuya paradoja más grande es tener una de las poblaciones más pobres de América Latina. La empresa transnacional Bechtel se vio obligada a devolver el acueducto de Cochabamba y se suspendieron las elevadas tarifas que se estaban cobrando por ese servicio.
En las elecciones de 2002, Evo Morales presenta su candidatura por el Movimiento al Socialismo (MAS), obtiene la segunda mayoría frente a Gonzalo Sánchez de Lozada del Movimiento Nacionalista Revolucionario MNR (convertido en una sombra del dinámico partido de 1952), quien es elegido al igual que sus predecesores por el Congreso de la República, al no haber obtenido en ningún caso, la mitad más uno de los votos válidos. El MAS obtuvo en aquella oportunidad un importante grupo de parlamentarios.
Vendrán luego las duras jornadas, de febrero y octubre de 2003, en lucha por la nacionalización de los recursos del gas, del que Bolivia posee una de las reservas más importantes de Sudamérica. La decidida y concertada acción de los integrantes de la Central Obrera Boliviana (COB), de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) y de los vecinos de la barriada del Alto de La Paz lograron entre el 11 y el 12 de octubre de ese año, la caída del sanguinario gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, quien debió escapar en un helicóptero hacia Santa Cruz de la Sierra y posteriormente, hacia Miami. Más de sesenta muertos dejó la sangrienta represión de que fueron objeto los vecinos de El Alto.
El entonces vicepresidente, Carlos Mesa, historiador y periodista, que hacía pocos años dirigía uno de los noticieros más importantes de la televisión boliviana (el noticiero PAT de Bolivia, que era transmitido en la televisión internacional por cable), se hizo cargo del gobierno y llamó, durante el año de 2004, a un complejo referéndum que dejó establecida la firme voluntad de las mayorías bolivianas de recuperar los recursos del subsuelo. No teniendo la voluntad política y el apoyo suficiente para llevar a cabo esas acciones Mesa renunció, en junio de 2005, dando inicio el breve interregno que culminó con las elecciones generales del domingo 18 de diciembre de 2005.
Evo Morales ha ganado ampliamente esas elecciones, con el 54,87% de los votos válidos, convirtiéndose en el primer presidente electo por el voto directo de los bolivianos, desde el restablecimiento de la democracia formal. El no tener que recurrir a las maniobras parlamentarias le otorgan a Evo un grado de legitimidad mayor que el de cualquiera de sus antecesores, pero a la vez un enorme compromiso con unas mayorías nacionales que llevan siglos de postergación.
Los próximos meses nos darán cuenta de la habilidad de Evo Morales y la dirigencia del Movimiento al Socialismo (MAS) para sortear unos escenarios políticos y económicos de suyo complejos. Ello por cuanto mientras la Central Obrera Boliviana (COB) anunciaba, en los días previos a las elecciones, su voluntad de disputar el poder a quien ganase las elecciones generales (Tuto Quiroga o Evo Morales), la oligarquía de Santa Cruz de la Sierra intentaba chantajear a Evo Morales, con el pretexto de que examinar –como han propuesto varios parlamentarios electos por el MAS- los posibles contratos para explotar los yacimientos de mineral de hierro y manganeso de El Mutún, en la frontera con Brasil, venía a frenar el progreso de ese extenso departamento oriental, donde al igual que en el de Tarija –donde están las mayores reservas de gas natural- han surgido tendencias secesionistas, a favor de los intereses del capital transnacional.
Los intereses de empresas españolas, tales como Repsol, en la explotación del gas natural serán un elemento presente en las negociaciones que deberá llevar a cabo el nuevo gobierno para hacer respetar los intereses y la voluntad del pueblo boliviano. El poderoso e independiente movimiento popular constituye un gran apoyo para llevar adelante las metas de dignidad y justicia social propuestas, pero también un ojo crítico sobre el camino a seguir. La apuesta está lanzada y es un juego al todo o nada dentro de un escenario muy difícil, pero sembrado de grandes esperanzas…
Parafraseando aquí el texto de Walter Benjamin (1892-1940) quien en los días más sombríos del fascismo europeo nos recordó que “Sólo gracias a aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza”.Una expresión que ha sido mil veces rubricada con su sangre y coraje por los hijos e hijas del heroico pueblo boliviano.
Profesor de la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA)- Autor de obras como “Religión Civil o Religión de Estado. El conflicto durante la reforma liberal en Guatemala y Costa Rica” Editorial Cuadernos Prometeo, Departamento de Filosofía UNA, Heredia Costa Rica 2004 y “Los años noventa. La desmovilización militar en Centroamérica ¿El inicio de la paz duradera o simplemente de una tregua más?” (próxima a editarse), además de innumerables artículos en revistas y periódicos de Costa Rica.
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