Para derrotar
al neoliberalismo:
El camino es poner la
fuerza en la movilización general del pueblo.
Hace treinta y cinco años,
en 1970, las clases dominantes de Costa Rica intentaron, siguiendo
los mandatos de Washington, aprobar en la Asamblea Legislativa,
un contrato-ley para entregarle a la Aluminium Company of
America (ALCOA), la bauxita del Valle del General, Buenos
Aires y el resto del territorio nacional. Con un discurso
falaz y demagógico, aduciendo argumentos sobre los
beneficios que traería esa explotación, al ofrecer
fuentes de trabajo, abrir el camino al desarrollo, el progreso
y las posibilidades para superar la pobreza, quisieron engañar
al pueblo.
Intentaron aprobar el
contrato-ley robándole la espalda a la mayoría
de la población, dispensando trámites subrepticiamente,
comprando votos de diputados, con los dólares de la
compañía transnacional, a la cual se le ofrecería
un banquete, donde metería sin restricción alguna
sus garras, saqueando la riqueza natural, depredaría
el medio ambiente y provocaría un aceleramiento de
la miseria, como resultado de la explotación de la
fuerza de trabajo costarricense y el despojo de un recurso
mineral estratégico, perteneciente al pueblo de Costa
Rica.
Sin embargo, los sectores
sociales más conscientes, democráticos, patrióticos
y revolucionarios, denunciaron tan flagrante plan de pisoteo
de la soberanía, en beneficio del capital de los EE.UU.,
con el concurso servil y cómplice del gobierno de José
Joaquín Trejos y de diputados (no todos, algunos opusieron
resistencia) que a cambio de migajas vendían el patrimonio
colectivo de los costarricenses.
El debate creció
en el ámbito intelectual y la agitación se intensificó
entre universitarios, estudiantes de secundaria y trabajadores.
El 24 de abril, cuando pretendían aprobar el contrato
canalla en el parlamento, la alerta se convierte en movilización
de contingentes de jóvenes universitarios, de enseñanza
media, trabajadores, artesanos y educadores, que avanzan desde
diferentes puntos de San José, para tomar Cuesta de
Moras, calles y avenidas aledañas a la Asamblea Legislativa.
Muchachos y muchachas,
pueblo en general, levantaron la bandera de la valentía
patriótica del 56 y de la rebeldía juvenil y
popular, desplegando un abanico de iniciativas y protesta
creativa, desplazando la lucha a niveles incontenibles para
los sectores dominantes, el gobierno y el aparato represivo.
El movimiento adquirió características de revuelta
general en la capital, con brotes en otros puntos del territorio,
que arrinconaron a los vendepatria y asesta una derrota devastadora
a la intentona de enclavar la ALCOA en Costa Rica y a la política
yanqui de dominación sobre nuestro país.
Las jornadas de protesta
social, de desobediencia civil y rebeldía popular del
24 de abril de 1970, se transformaron en un factor dinamizador,
motivador y aleccionador de profundo contenido político,
que impulsaron la lucha de la juventud y del pueblo de Costa
Rica a planos superiores, en las décadas siguientes.
El significado de las
acciones y demostraciones del 24 de abril, se ha proyectado
como un símbolo de la lucha antiimperialista y en la
actualidad más que nunca, debe prevalecer como el ejemplo
a seguir en los combates decisivos que el pueblo y la juventud
costarricense estamos librando ante los embates de la estrategia
de dominación del imperialismo global y sus testaferros
criollos, representada dicha estrategia en el ALCA, PPP, Plan
Colombia y la imposición de las más diversas
medidas neoliberales.
A cada paso, en el esfuerzo
por derrotar la política de privatizaciones y de destrucción
de las conquistas sociales, el monopolio de Riteve, la insensatez
de la apertura al capital transnacional y la imposición
del mal llamado TLC, así como el rechazo a las medidas
antipopulares; la práctica nos demuestra con terquedad
que la vía del estado de derecho, que el camino institucional
del orden establecido y el supuesto espacio oficial para el
diálogo, están absolutamente agotados. Sino
que lo digan ATICOS el Movimiento Cívico Nacional y
otros sectores, que han presentado docenas de recursos con
argumentos aplastantes, creyendo en la palabra de ministros
y diputados, acogiéndose a la ruta de la legalidad,
y han sido burlados en forma indignante. Otros apuestan a
la concertación con los grupos gobernantes, hablan
de renegociación del TLC con la metrópoli imperialista,
pensando en sus burdos intereses electoreros. Quienes crean
posturas de ese tipo en una coyuntura histórica como
la actual, juegan del lado de los debilitados sectores dominantes,
al crear un diversionismo tendencioso, que distrae, mediatiza
y desmoviliza, fisura la organización y debilita la
posición ideológica y la estrategia general
del movimiento social.
La línea seguida
por la Comisión Nacional de Enlace hasta ahora ha sido
tibia, burocrática, alejada de los frentes regionales
de lucha, desligada de la base, se ha empecinado en el discurso
y el protagonismo personalista, se ha quedado en algunas prácticas
fosilizadas y ha perdido el rumbo, su papel y capacidad de
dirección.
El enfoque de la resistencia
limitado a foros y marchas está provocando una inercia
peligrosa, que tiende a debilitar un movimiento de poco techo
y lo pone a la cola de los grupos hegemónicos y sin
ninguna propuesta real de presión a los sectores dominantes
y a los aparatos de poder, que vislumbre la derrota de los
neoliberales. Por eso es importante reiterar nuevamente la
necesidad de articular un movimiento sustentado en la permanente
y efectiva participación de las bases en la toma de
decisiones, no dirigencias de cúpula, sino representación
legitimada por la base, la co-convocatoria, la autogestión,
la iniciativa y la acción directa y creativa, y el
rechazo de todo intento de negociación, así
como forjar la unidad en el espacio de movilización
y acción.
Dentro de la lógica
de esta concepción, la única vía de acción
es priorizar, dirigir el esfuerzo fundamental a organizar
un profundo y contundente proceso de movilización.
Es poner todo el esfuerzo y acento en la tarea de planificar
el endurecimiento de las acciones, planteando una especie
de escalonamiento de los golpes, potenciando las ganancias
y experiencias de cada victoria. De esa forma estaremos en
condiciones de quebrar las políticas de los neoliberales
vendepatria. Se avanzará en la medida en que se intensifique
cada impacto en una ofensiva sostenida, es obligatorio ganar
la iniciativa y no perderla jamás, fortaleciendo las
acciones, con el ejemplo, las tradiciones históricas
de lucha y en la sabiduría popular.
La fortaleza del pueblo
y la resistencia patriótica está en la potencia
de su propia fuerza, en la sorpresa, en la coherencia y rapidez
de los movimientos, para ejercer una presión incontrastable
tomando en sus propias manos el pulso de los acontecimientos
y así afinar el filo que cortará los planes
de los grupos gobernantes.
El espíritu del
24 de abril, su desbordante contenido antiimperialista y patriótico,
el ímpetu, coherencia, valentía y decisión
de los actores sociales y sus acciones, la tesonera disposición
de combate, esa innovadora e incisiva irreverencia juvenil,
aquella convicción y la inteligente rebeldía
popular, es el acervo que consecuentemente se debe atesorar
y orientar a los escenarios actuales de lucha por la soberanía
y la dignidad nacional. Comprendiendo las exigencias de las
batallas de hoy, que para confrontar las amenazas que se ciernen
sobre nuestro pueblo, que en las tareas para actuar en una
vía efectiva de acción por encender la rebelión
popular, siempre será 24 de abril.
En la lucha contra el TLC:
siempre será 24 de abril.
Llamamos a construir el
poder popular desde las asambleas del pueblo.
Sólo el pueblo salva al pueblo.
Óscar Barrantes Rodríguez Jorge Castillo Arias
San Ramón, 23 de mayo del 2005.
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