DE Osama a Obama
¿UN CAMBIO?
I
Hacemos una relación aparentemente paradójica
porque es irrebatible el papel que ha tenido Osama Bin
Laden en la política de los Estados Unidos. Particularmente
su incidencia en la estrategia de la Casa Blanca y la
repercusión de las acciones de Al Qaeda, y el
uso de su influencia en las decisiones del Pentágono.
Se han utilizado desembozadamente las figuras de tales
“enemigos” para afectar al electorado con
el ruido del terrorismo y alimentando el miedo, prendido
en el imaginario de un pueblo inmerso en el medioevo
cultural. Se agenciaron los fantoches del terror que
les sirvieron para mantener a la fracción más
recalcitrante y ultraconservadora_ los “republicanos”_
en el poder, por dos períodos de gobierno. Precisamente
en noviembre de 2004 cuando se robaron la continuidad
de G. W. Busch, escribíamos un comentario intitulado:
“Osama Bin Laden ganó las elecciones en
Estados Unidos.”
Por esas cosas de la casualidad el reemplazo desde
las tiendas “demócratas”, en el perpetuo
juego electoral yanqui, le correspondió a un
candidato con tintes de ascendencia negroide y nombre
de rasgos árabes; Obama. Por lo que siendo un
poco mordaces podemos encontrar una ironía en
el acontecer político de los EE.UU.; ciertamente
el pasado 4 de noviembre ya no “ganó Osama”,
ahora triunfó Obama y si nos percatamos lo que
encontraremos es la ínfima diferencia de una
b que sustituye a una s. Sabemos por supuesto que el
candidato republicano era John Mccain, pero ya nos les
alcanzó para espantar con sus tretas de autoterror.
¿No será que las circunstancias de la
vida nos indican con esas inauditas señales la
insignificancia del cambio en Washington? ¿Acaso
son de los mismos, aunque parecen distintos, por los
métodos de acción política? ¿No
representan ambas expresiones políticas los intereses
de las opulentas, insaciables y prepotentes oligarquías
imperialistas?
Desde nuestra perspectiva un enfoque objetivo de los
acontecimientos coyunturales y de los procesos estructurales
que se suscitan hoy, imperialismo fase debe hacerse
a través del prisma que nos proporciona la teoría
del “Imperialismo fase superior y última
del capitalismo.” (V.I. Lenin) En verdad echando
un vistazo a las décadas recientes hemos observado
el paso hacia una fase unipolar de expansión
mundial, que ha llevado al sistema a una condición
de imperialismo global. Etapa cuyas características
de dominación ha colocado a la humanidad entre
zarpazos desorbitados, brutales y desquiciados; y retracciones
vacilantes, identificadas por la ejecución de
maniobras ambivalentes y algunas tácticas para
reducir las tensiones sociales y contrarrestar momentáneamente
la crisis económica y política, desastrosa
e irreversible.
Las clases hegemónicas imperialistas muñequean
una especie de alternancia en el estilo de gobierno
que les permita la manipulación de los diversos
sectores de la sociedad, contener el estallido social
interno y el alzamiento de los pueblos del mundo mostrándose
un tanto negociador y confiable y, de esa forma mantener
a flote el gravemente averiado orden imperante.
En la segunda mitad del siglo XIX se presentaron varias
crisis de superproducción y el corte severo y
dañino del ciclo del capital, en la incesante
y perniciosa expansión capitalista monopólica.
El colapso económico y social entre 1929 y
1934 que desmoronó las bases del capitalismo
imperialista con desaceleración del crecimiento
económico, inflación, incapacidad adquisitiva
de las masas y sobreproducción; es decir, una
recesión nociva que agudizó la crisis
general del capitalismo, puso a los potentados en estado
de pánico y en correrías tras el paliativo
para aplacar el deterioro del sistema y darle un poco
de aire que le mantuviese como eje de dominio.
En 1932 subió al trono en la Casa Blanca el
“demócrata” F. D. Roosevelt apostando
a una nueva política, “el conocido como
New Deal (nuevo tratado) con la que adquirió
la confianza de las capas votantes y derrotó
al “republicano” Herbert C. Hoover. En medio
de la catástrofe sacudiendo la sociedad gringa
impulso aquella política antes dicha, que consistía
en promesas de un gobierno benévolo para amplios
estratos sociales mediante la disminución del
desempleo, con una mayor inversión estatal en
obras públicas, el estímulo a la iniciativa
privada a través de contratos y la demanda de
insumos industriales para la construcción y mayor
participación institucional en la dinámica
productiva y financiera.
Los fundamentos están en la teoría económica
de J.M.Keynes que propugnaba un mayor protagonismo del
estado en la vida social y económica y adecuar
el “liberalismo clásico” a las circunstancias
difíciles en que se sumía el capitalismo
con el avanzar de los tiempos. Intervención de
estado en todos los sectores de la economía,
“regulando” la fijación de salarios,
mercado laboral y precios, subvención a empresas,
bancos e incentivar una mayor circulación monetaria,
elevar salarios, más posibilidades de empleo
e incrementar el consumo. Con esos conceptos se aplicaron
las recetas para una reactivación de la economía
capitalista, en los aciagos años de la primera
administración de F. D. Roosevelt.
En concreto una plataforma de catadura reformista e
incluso con asomos populistas que lleva al estado a
desarrollar medidas de emergencia, asumiendo un papel
fundamental para rescatar una formación económico
- social maltrecha por las deformaciones de una oferta
y demanda descarrilada e infuncional donde la monopolización,
las desigualdades en la distribución de los bienes
y de los dividendos producidos y la ansiedad de ganancia;
se encrespan como un fin que roza la irracionalidad
y que a todas luces conlleva a los actos más
inhumanos.
Lo que está experimentando en la actualidad
la sociedad en EE.UU. es bastante parecido, en un contexto
de agotamiento de una directriz fundamentalista; o sea
el “neoliberalismo” y la llamada mundialización
como estrategia de dominio global, evidenciado en incursiones
de coloniaje, acciones guerreristas y su arbitrariedad
despótica planetaria. Son las secuelas del desplome
de la insustancial economía financiero-especulativa
que coloca al capitalismo imperialista, en los umbrales
de la caducidad cercana a la expiración, si comprendemos
que las relaciones sociales del modo de producción
capitalista se han corroído y trabado a tal grado,
que en los artificiales acelerones para tratar de activarlas
sus engranes inmovilizados se pulverizan y se desprenden
a pedazos.
Así las cosas, era previsible el viraje en los
mandos de la cúpula washingtoniana a pesar de
las reservas latentes, conociendo las limitaciones de
una población electoral que cultural y políticamente
ha sido cercada con nociones ideológicos como:
la exclusividad democrática, el racismo, la discriminación,
el anticomunismo, el egoísmo, el anticolectivismo,
el individualismo, el consumismo, el temor obsesivo
a todo lo externo y pavor al “peligro terrorista”.
Por lo que se podía esperar la aparición
de Al Qaeda y el espantajo de Osama Bin Laden amenazando
al sacrosanto “país libre” de “Los
Estados Unidos de América”.
Prevaleció sin embargo, el axioma que se destaca
entre la aristocracia dominante estadounidense: “retorno
a la normalización después de que una
parte denuncia la falta de gestión”. Como
en 1932 y posteriormente en otros momentos de infortunio,
hoy en día entienden que es impostergable una
variación táctica en la orientación
de Washington. Darle unas pinceladas con tonos benefactores
y reguladores al estado y modificar temporalmente el
talante agresivo y ocupacionista, por una diplomacia
de careta negociadora sin cambiar la estrategia de injerencismo
y dominación.
En concreto, tienen que aliviar las válvulas
de presión para que el caldero nos les explote
antes de tiempo. Porque indiscutiblemente va a estallar.
Esa es la dimensión en la que debemos analizar
la postura coyuntural de la tendencia “demócrata”
y los planteamientos “republicanos”, con
sus divergencias y coincidencias, sin olvidarse que
representan a fracciones de una misma casta dominante
y que reflejan los intereses de un mismo estado imperial.
Oscar Barrantes Rodríguez
Miembro;
Asamblea del Pueblo
Círculo Bolivariano Yamileth López
San Ramón – Costa Rica
Diciembre de 2008.
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