De la crítica
de cine a la crítica de los programas
Asombrado vería
Wells como su novela, por arte de magia, se transformó
en un juego pirotécnico y un reiterado ejercicio de
sonido trepidante. El “contenido” de este “programa”
(porque así los denominan las televisoras de cable:
“El siguiente programa ha sido modificado...”),
lo resume la pregunta llena de candor de un niño espectador:
¿Y cómo llegó el muchacho hasta donde
la mamá? El resto no es más que la continua
puesta en escena de la cotidianeidad de terror que ha vivido
la sociedad norteamericana prácticamente desde su nacimiento,
con el genocidio de las sociedades aborígenes. El espanto
continuo de los “buenos” a causa de los “malos”:
indios, negros, italianos mafiosos, sicópatas, comunistas,
terroristas y extraterrestres.
La obra de Wells convertido
en un circo donde los actos se suceden, uno tras otro de manera
trepidante, desde la escena de los animales exóticos
(los extraterrestres) hasta las escenas del payaso triste
(Tom Cruise en el papel de la “clase trabajadora norteamericana”,
productiva, pero, estúpida, ignorante, mal padre de
familia, cobarde, que solo en situaciones extremas reacciona
y hace “algo positivo”) No hay nada nuevo bajo
el sol joligudénse: la misma amenaza sobre la civilización
amerikana, el mismo desfile de títeres armados en todo
tipo de vehículos, la misma cantinela de siempre: “lo
que ocurra en Amérika, ocurre al mundo entero, porque
somos el mundo”, y la pregunta atónita de la
ignorancia secular: “¿por qué a nosotros?,
¿qué hemos hecho para merecer esto?”.
Patético hasta la saciedad.
Claro el menú o
el espectáculo no estaría completo si no hiciera
su aparición la primera actriz de la postmodernidad,
la “crítica” a la política belicista
del gobierno amerikano de turno.
¡Qué sensibilidad!
¡Qué democracia! ¿No les hemos repetido
hasta la saciedad que vivimos en la mejor sociedad que nuestra
especie pudo alcanzar? Hasta el rey Midas joligudiano (Spielberg)
“critica” a mister Bush. Claro la escena de la
niña: “¿Son los terroristas?”, es
una escena de humor, otra de payasos para entretener a los
estresados y cansados trabajadores-espectadores. Y el comentario
sobre la ocupación militar, es como el chiste que contaba
alguna vez Cabral en alguna perorata: “nunca le pude
decir estúpida a mi esposa, porque no me habría
entendido”. Al igual que el cierre del programa (que
ya no es fin de película, pues podría venir
la zaga), incomprensible, diría Miguel Ángel
en “Bienvenidos”, completamente incomprensible
para los consumidores de coca cola y palomitas de maíz.
En fin, “(...) la crítica de la vida se convierte
en mera crítica de la pseudo-realidad, con lo cual
se refuerza la alineación de esta vida.”
Dicen que las salas de
cine en Norteamérika están atiborradas viendo
este programa, pues claro, si ese pobre pueblo sumido en la
ignorancia y el terror, le encanta verse retratado en el celuloide,
incluso verse hasta en los “malos retratos”, como
los documentales de Michael Moore.
¡Cuán
lejos del cine como arte!
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