Segunda vuelta entre Bachelet y Piñera
BALLOTAGE A LA CHILENA
“Con gran astucia y visión de futuro el empresariado chileno se aseguró, en aquella oportunidad (la transición a democracia), la continuidad de la contrarrevolución neoliberal que había dado inicio, a sangre y fuego, en aquel ya lejano martes 11 de septiembre de 1973”
“…, muchos de los antiguos socialistas y miristas(militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria), perseguidos por la dictadura, regresaron a Chile con diplomas de Economía de la Universidad de Chicago, convertidos en admiradores del “milagro económico” de la última fase del régimen militar. El laboratorio del neoliberalismo, para todo el continente, comenzaba a mostrar un rostro más amable, con lo que los gestores de la tragedia de 1973 respiraron aliviados”
Por Rogelio Cedeño Castro
El inicio de la campaña electoral de treinta días, que deberá culminar con las votaciones del domingo 15 de enero, oportunidad en que se escogerá al nuevo presidente de Chile, estuvo marcado por el leitmotiv del “humanismo cristiano” y por una gran incertidumbre producto de una serie de complejas circunstancias, reflejadas en la ambigüedad misma que ha concluido por atribuírsele a ese término, tan traído a cuento por Sebastián Piñera, el audaz y carismático candidato de la derecha empresarial que ahora busca distanciarse de los remanentes de la dictadura militar y atraerse los votos de un electorado de “centro” y democristiano, al parecer descontento con la gestión de los diferentes gobiernos de la Concertación sin perder, por ese motivo, el apoyo de los seguidores de Joaquín Lavín, situados más a la derecha de los planteamientos del candidato de Renovación Nacional. Es decir, manejar los términos de un peligroso equilibrio político al que está obligada, por otras razones, la candidata de la Concertación.
A partir de lo anterior, queremos destacar que la discusión acerca de la importancia del humanismo cristiano y el humanismo laico en Chile ha alcanzado, en los últimos días, una importancia a todas luces desmesurada, sobre todo a partir de la explotación de su condición de católico practicante que ha hecho Sebastián Piñera. Esto ha creado gran malestar en la filas de la Democracia Cristiana, donde sus dirigentes rechazan lo que consideran como una visión puramente confesional del tema manejada por Piñera, en tanto que Michelle Bachelet ha planteado la reciprocidad de perspectivas de ambas tradiciones. La Conferencia Espiscopal Católica, representada por los obispos católicos ha tomado distancia del asunto diciendo que la Iglesia Católica no asume posiciones partidarias y que es legítimo que ambos candidatos intenten conquistar al electorado de filiación católica (aproximadamente un 76% de los chilenos).El propio presidente, Ricardo Lagos ha intervenido en el debate acusando a la derecha de no profesar en verdad valores cristianos y humanistas, al no interesarse en la suerte de los chilenos más desfavorecidos.
Con unos resultados electorales que marcaron una diferencia de casi 3 puntos (2,86%) entre la votación obtenida por la candidata de la Concertación Michelle Bachelet (45,87%) y la de los candidatos de la derechista Alianza por Chile, que esta ocasión se presentaron por separado, representando Sebastián Piñera al Partido Renovación Nacional (obtuvo el 25,48%) y Joaquín Lavín a la Unión Democrática Independiente (UDI), considerada como la expresión de la derecha más dura y cercana al régimen militar(obtuvo el 23,25%). Es decir que ambos candidatos de la derecha alcanzaron el 48,73% del electorado, superando a la candidata de la Concertación que necesita, de manera imperiosa, contar con el respaldo y, al menos una parte de los votos de la izquierda extraparlamentaria agrupada en la alianza Juntos Podemos Más, conformada por el Partido Comunista, el Partido Humanista, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria y la Izquierda Cristiana. Su candidato presidencial, el humanista Tomás Hirsch, obtuvo el 5,39% de la votación, representando en cifras relativas lo que necesita la candidata de la Concertación para superar a sus adversarios. Estos datos no nos deben llevar, sin embargo, a analizar los posibles resultados electorales del 15 de enero entrante, en términos de una suma mecánica de los votos obtenidos por los diferentes candidatos. En realidad, se trata de una coyuntura en la que una serie de elementos, de orden cualitativo también pueden resultar decisivos en la elección del nuevo presidente o presidenta de Chile, pues la señora Michelle Bachelet podría ser la primera mujer en ocupar ese cargo en la historia de Chile. Recordemos que, ya en 1980, la señora Lydia Greiler ocupó – de manera interina- la presidencia de la República de Bolivia, siendo la primera presidenta de un país latinoamericano. Sin duda, la elección de Evo Morales para ocupar la presidencia de Bolivia, el día domingo 18 de diciembre, también habrá afectar la segunda ronda de las elecciones chilenas.
Todo lo anterior, expresa el hecho de que la sociedad chilena se encuentra ante una difícil encrucijada al no haber obtenido, ninguno de los candidatos presidenciales más votados, la mitad más uno de los sufragios emitidos, en las elecciones del domingo 11 de diciembre de 2005. Si bien la Concertación obtuvo, por primera vez, una mayoría parlamentaria efectiva, con el 51 por ciento de los votos para senadores y diputados, al haber sido eliminados, mediante una reforma constitucional, los diez senadores vitalicios que habían permanecido, durante todos estos años, como un remanente del régimen empresarial-militar, el desafío del empresario Sebastián Piñera a la candidatura de la médico-pediatra socialista Michelle Bachelet sigue planteado.
Por otra parte, los resultados de las elecciones parlamentarias que se llevaron a cabo, de manera simultánea, con las presidenciales plantearon la existencia de una serie de fisuras y un cierto desgaste al interior de los partidos de la Concertación. Si bien es cierto que la dirigente democristiana y excanciller del gobierno del presidente Ricardo Lagos, Soledad Alvear, quien compitió con Michelle Bachelet por la candidatura presidencial de la Concertación y posteriormente se retiró alegando falta de apoyo en la cúpula de su partido, obtuvo la primera mayoría parlamentaria y la condición de senadora, su partido se vio afectado –de manera significativa- por los resultados electorales. La pérdida de, al menos, tres bancas en el senado provocó un cierto grado de contrariedad en las filas de la DC, que todavía no ha sido evaluado en toda su dimensión. Entre ellas una hermana del expresidente Eduardo Frei Montalba, fundador y dirigente histórico del partido, quien representaba a la ciudad de Antofagasta (Segunda región) y fue superada, dentro del sistema binominal, por un dirigente del Partido Radical, quien ocupa ahora esa banca en el senado, en representación de la Concertación. La más significativa fue, no obstante, la pérdida de su condición de senador del propio presidente del partido, Adolfo Zaldívar. Sin embargo la impresionante votación obtenida por el expresidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000) para ocupar una banca en el senado resulta un hecho destacable. En su condición de expresidente de la República ocupaba una de las diez bancas de senador vitalicio que fueron eliminadas mediante una reforma constitucional.
El hecho es que el Partido Socialista, el Partido por la Democracia y el Partido Radical socios electorales de la Democracia Cristiana vieron fortalecida su representación parlamentaria, cosa que no aconteció con esta última. Se trata de algunas circunstancias que Sebastián Piñera ha querido aprovechar y que produjeron algunas renuncias dentro de la militancia de la DC.
Más allá de lo anecdótico y de lo puramente coyuntural, debemos considerar que se trata de un complejo escenario electoral, resultado de las consecuencias más visibles de la gestión gubernamental de la Concertación, (alianza de socialistas, democratacristianos y radicales) la que se ha prolongado durante casi dos décadas después del fin de la dictadura del general Augusto Pinochet Ugarte (1973-1990). Con gran astucia y visión de futuro el empresariado chileno se aseguró, en aquella oportunidad, la continuidad de la contrarrevolución neoliberal que había dado inicio, a sangre y fuego, en aquel ya lejano martes 11 de septiembre de 1973.
Si bien transferían, por la vía electoral, el poder ejecutivo y una parte del parlamento a sus opositores, se habían asegurado el control de las Fuerzas Armadas a través de la cabeza militar de la dictadura, al mismo tiempo que mantenían el control del senado y establecían un antidemocrático sistema electoral binominal (dos parlamentarios elegibles por circunscripción electoral) que dejaba fuera de toda posibilidad de inserción, en la vía parlamentaria, de aquellas fuerzas políticas que amenazaran el statuquo, originado a partir del régimen empresarial militar.
Por otra parte, muchos de los antiguos socialistas y miristas (militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria), perseguidos por la dictadura, regresaron a Chile con diplomas de Economía de la Universidad de Chicago, convertidos en admiradores del “milagro económico” de la última fase del régimen militar. El laboratorio del neoliberalismo, para todo el continente, comenzaba así a mostrar un rostro más amable, con lo que los gestores de la tragedia de 1973 respiraron aliviados.
En lo sucesivo aquellos a quienes ellos habían perseguido se encargarían de administrar el regresivo modelo económico y social que, en su primera parte, había requerido de la fuerza y la represión sangrienta de un régimen autoritario. Ese fue y continúa siendo su mayor e inocultable logro obtenido con las políticas seguidas por los gobiernos de la Concertación y lo de verdad importante, sobre todo en términos de la realpolitik imperante.
El dilema que hoy enfrenta la socialista Michelle Bachelet es el de ser la expresión electoral de la continuidad de una serie de gobiernos que han reportado grandes beneficios al empresariado chileno, postergando las reivindicaciones de la clase obrera y otros sectores populares. ¿De qué manera va a obtener el voto de esos grupos sociales y los de la izquierda que está fuera de la concertación, cuando ya su candidato presidencial, el humanista Tomás Hirsch, ha llamado a la abstención electoral, mientras el Partido Comunista y otras agrupaciones han puesto una serie de condiciones para no actuar de la misma manera?
Es por todas estas consideraciones que los empresarios pueden darse el lujo de desplazar al pinochetismo de la conducción política del campo de la derecha, en momentos en que el viejo general guarda prisión domiciliaria y su desprestigio y el de sus cómplices más cercanos –civiles y militares- está en el punto más alto de su historia y de su biografía. Todo esto se expresa en la derrota del candidato de la UDI, Joaquín Lavín, hasta hace poco alcalde de Santiago y candidato perdedor, hace cinco años, por apenas 40 mil votos, frente al actual presidente Ricardo Lagos. A pesar de ello Renovación Nacional no ha podido desplazar a la UDI de su condición de primer partido de la derecha, dada su mayor representación parlamentaria. Estos y no otros son los dilemas planteados por el ballotage a la chilena a sus principales protagonistas…
Profesor de la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA). Autor de obras como “Religión Civil o Religión de Estado.El conflicto durante la reforma liberal en Guatemala y Costa Rica” Editorial Cuadernos Prometeo Universidad Nacional Heredia Costa Rica, 2004 y “Desmovilización Militar en Centroamérica ¿El inicio de la paz duradera en la región o simplemente una tregua más?” (de próxima publicación), además de numerosos artículos en periódicos y revistas de Costa Rica.
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