A PROPOSITO DEL T.L.C.
El escritor, abogado y patriota costarricense Octavio Jiménez escribía en la edición del 24 de noviembre del año 1934 de Repertorio Americano, lo siguiente.
“ Volvamos al funesto tratado comercial que quieren imponer los mercaderes yanquis a estos países desvalidos del caribe.”
No olvidemos que el Departamento de Estado imperialista pretende ponernos otra ligadura a su dominio político por medio del tratado comercial. Empieza a oírse el coro de los pitiyanquis. Piensen quienes los oyen en lo importante que es el tratado como factor de sumisión. Ese coro no lo reúne el Departamento de Estado en nuestros países, ni ninguna de las empresas imperialistas a su servicio, sino en negocios de fuerza decisiva.. Nadie mejor para imponer el tratado o la contratación que el individuo sin amor a su nación. No se engañe el que lo oye pregonando los beneficios de esta o aquella ligadura a los intereses yanquis. Es un alma caída en la servidumbre del coloniaje. Ahora hay muchas almas de esas. Siempre las ha habido en estos pueblos. El imperialismo yanqui las crea para penetrar, para extender sin tropiezos el vasallaje infame. El tratado comercial imaginado por el Departamento de Estado para contener el comercio de naciones que nos traen productos de bajo precio, mueve el instinto de esas almas y la prédica que nos toca oír es deprimente. No olvidemos los designios del Departamento de Estado imperialista y sofoquemos ese coro escita.
… A Martí acudamos para combatir al yanquizado de nuestros días. Nos quieren dictar el tratado comercial inicuo y Martí tiene acerca de esos pactos horrendos esta profunda meditación:
“Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir le vende a un solo pueblo y el que quiere salvarse, vende a más de uno. La influencia excesiva de un país, en el comercio de otro, se convierte en influencia política. La política es obra de los hombres, que rinden sus sentimientos al interés, o sacrifican al interés una parte de sus sentimientos. Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro, se hace servir de él. Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a otro, recurre a la alianza y al servicio de los que necesitan de él. Lo primero que hace un pueblo altanero para llegar a dominar a otro, es separarlo de los demás pueblos.
El pueblo que quiere ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera al que lo necesite menos, al que lo desdeñe menos.”
No pueden oír voz de más clara advertencia los pueblos sitiados por el imperialismo yanqui para ligarlos al Departamento de Estado por medio de otra ligadura funesta: el tratado comercial. De la codicia mostrada por el Departamento de Estado en la conferencia monetaria de hace casi medio siglo sacó Martí la visión de un imperialismo rapaz Ese mismo imperialismo nos trae por conducto de sus diplomáticos el ofrecimiento del tratado comercial. Cosa funesta, porque significa la exclusión total de la competencia de otras naciones industriales, que están en mejor evolución para darnos mercaderías a precios bajos. Porque están en condiciones de pagar bien lo que produzcamos para vender en el exterior. El tratado comercial impreso por el Departamento de Estado para que lo aprueben nuestros congresos excluye totalmente el mercado que puede darnos precios altos para lo que producimos y la industria que produce mercadería baja para nuestro consumo. Es decir, nos canaliza hacia los Estados Unidos cerrando toda afluencia beneficiosa. Nos ofrece comprar y con eso nos esclaviza. Nos ofrece vender y con eso nos sujeta a sus industrias.
El yanquizado clama y nos predice una era de inmensa prosperidad si nos ligamos al Departamento de Estado. Aleccionado para el engaño, acomoda cínicamente sus razones. Nada mejor, dice, que tener asegurado mercado para el producto, porque con ello se tiene asegurada la venta y moneda alta.. Mentira pura para acomodar el negocio de los tratados dentro de las fauces del imperialismo del Departamento de Estado. ¿ Por qué hasta ahora se preocupa ese organismo de lo que producimos? No es que ha desarrollado un amor grande por estos pueblos y quiere que se desarrollen tan prósperos y ricos como los Estados Unidos . No hay motivos para juzgarlos animados de sentimientos de tanta fraternidad. Martí discutió con ellos y desde entonces son los mismos. Nos codician. Nos necesitan como vasallos.
Sienten ahora que el consejo de Martí lo seguimos y entonces nos proponen el tratado comercial para arruinarnos. Pero si conserva la América el decoro que quisieron para ella sus hombres de visión aleccionadora tiene que apegarse a ellos y dar así la batalla que la libre de la esclavitud comercial a que quiere someterla el Departamento de Estado. Libertad en negocios para esta América nuestra. Y distribuya sus negocios. Esto es lo grande, lo que nos dejaron dicho quienes conocieron las mostruosidades del imperialismo. El yanquizado pide concentración de negocios para un solo poder. Lo pide porque el Departamento de Estado ha encontrado que es funesto para su política el principio de que un país puede tratar con las naciones que más lo favorezcan, que mejor trato le den. Dejar en libertad a pueblos de un Continente sometido a la imperialización es imposible cuando esos pueblos establecen contrastes y deducen que más les conviene relacionarse comercialmente con otros países que sujetarse a aquel que pretende tener sobre ellos un tutelaje omnipotente.
Cortan la libertad los hombres del Departamento de Estado y lanzan a sus diplomáticos a imponer tratados comerciales. El tratado es precisamente la manera eficaz de quitarnos el derecho que tenemos por nuestra libertad no perdida de tratar con quien más nos convenga. Para el imperialismo somos vasallos perfectos y la política está hecha en ese temperamento dominante.
… En todos los negocios de importancia grande para estos países ha lanzado su empresa o sus empresas rapaces, el Departamento de Estado. Cuando vemos la facilidad con que la United Fruit Co. se impone a todos los gobiernos de la América en donde llega a hacer sus negocios, nos damos cuenta de que la ampara la fuerza del Departamento de Estado imperialista. Por medio de ella tiene el imperialismo el dominio de la tierra. El latifundio organizado por la United Fruit Co., es pavoroso. Logra así el Departamento de Estado tener el mapa que necesita para el control de todas las zonas de explotación. La United Fruit sirve en una forma rapaz de instrumento de dominio en los pueblos que necesita controlar certeramente el Departamento de Estado, porque son llaves para la seguridad del Canal de Panamá, ruta estratégica del imperialismo.
Ahora anuncian los periódicos la aparición en los Estados Unidos de otra empresa latifundista. Quiere que le demos cuarenta mil hectáreas de tierras vírgenes para establecerse con toda suerte de industrias. Quiere el empresario yanqui que aparece como testaferro del Departamento de Estado imperialista, situarse posiblemente en las vecindades del Canal de Panamá o en las del proyectado Canal de Nicaragua. En todo caso, quiere situarse en puntos estratégicos que posiblemente estén a lo largo de la carretera panamericana. Esta ruta está siendo apurada por el Departamento de Estado. A cada gobierno ha pedido el imperialismo que fije la vía de acuerdo con los planos levantados por la comisión que destacó por el aire y por tierra la Junta de Carreteras yanqui. De modo que pronto se realizará la obra de conquista. El empresario yanqui que promete venirnos a colonizar si le damos además de las cuarenta mil hectáreas en los baldíos nacionales que él escoja, todas las ventajas que suele pedir el Departamento de Estado cuando necesita forjar un monopolio obedece a los mismos designios que nos trajeron a empresa tan horrenda como la Pan American Airways Inc . El imperialismo quiere acabar con lo que nos queda de libertad y lanza sus empresas llenas de avidez a que nos sometan.
Con el comercio no puede hacer lo mismo, es decir, no puede llamar a unos hombres de negocios y organizarlos en compañía. Necesita encauzar todo el comercio de la América hacia los Estados Unidos y como el medio certero es el trato comercial, acude a imponernos el tratado. Acudamos, si queremos conservar una libertad de poder elegir comprador y vendedor que no debemos perder nunca, a meditar en la advertencia de Martí: “El pueblo que quiere ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes.”
Ni tratados comerciales, ni entrega de tierras a empresas fenicias. Contengamos al yanqui imperialista como manera de conservar nuestra libertad en los negocios. Si unos han salido ya definitivamente de nuestro dominio arrancados por el Departamento de Estado, otros pueden librarse y con ellos haremos frente a la lucha recia a que nos obliga la maldición de estar cercanos a una nación que nos quiere imponer uniones políticas y económicas que sólo a ella benefician.
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